domingo

12- María de Magdala

Escrito I
2ª parte EL AMOR


12- María de Magdala


El día amaneció caluroso en Jerusalén. En el hotel el aire acondicionado brillaba por su ausencia, nada parecía funcionar, quizás la metralla de la bomba que un suicida palestino explotó el día anterior afectó la instalación eléctrica. La sangre inocente seguía derramándose a cuentagotas un día sí, otro también.

Me asomé al balcón esperando que alguna ráfaga de viento desviara su camino y me refrescara. Un rayo de luz me deslumbró. Mi mente recorrió en un instante los casi dos mil años que me separaban de otro tiempo, otra Jerusalén, otra morada…


Desde la ventana de la estancia donde dormimos vi al Maestro en el patio interior de la vivienda de José de Arimatea. Un viejo olivo en el centro y un pozo era todo lo que había en él. Extraía agua María. El Maestro contemplaba en silencio sentado junto al olivo la escena, ella se le acercó con un cántaro lleno de agua:

—Rabí —le preguntó con su cálida voz—, ¿quieres un poco?

—Sí —le contestó Él—, hoy va a ser un día caluroso. La primavera está cercana y el Sol nos está bañando con su luz cada vez con más intensidad, nada le detiene en su viaje celestial.


Absorto les observaba. ¡Cuántas palabras se vertían sobre ellos sin conocimiento! Sí, era cierta la pasión que ella profesaba por la figura del Maestro, pero no difería en nada por la que otros también sentíamos por Él. Sólo algunas envidias generaban falsos rumores. Aquellos que no veían con buenos ojos que tratara el Maestro por igual a hombres y mujeres no dejaban pasar ocasión de manifestarlo públicamente. Él nos ama a todos por igual, sin ninguna distinción.

El Maestro nos conocía aún mejor que nuestros padres, sabía de nuestras debilidades y nos trataba con sumo cariño y respeto. Era paciente y no dejaba de decirnos que en cada uno de nosotros estaba en plenitud la grandeza del Universo. Claro que, no todos lo interpretábamos del mismo modo, nuestras personalidades a veces hacían que la humildad que Él nos solicitaba tan encarecidamente, no surgiera.


—¡María! ¡Descansa un poco y siéntate! —exclamó el Maestro―. Te vengo hablando con insistencia de los planes de mi Padre para con vosotros, tú especialmente tienes un papel muy importante en sus designios. El hombre lleva siglos gobernando con mano dura, imponiendo sus criterios y en la mayoría de las ocasiones anulando la sensibilidad, la belleza y la intuición que vosotras representáis. Aún queda mucho tiempo para que este desequilibrio termine, pero la semilla está plantada y sin ninguna duda germinará en su momento. Debes conservar, generación tras generación, hasta mi vuelta, la verdad que vive adormecida en ti.


—¡Rabí! ¿Dónde vas? ¿Nos abandonas? —Con preocupación preguntó María.

—Nada has de temer —sonriente le contestó―. Aunque no me veas, siempre estaré a tu lado y al lado de todas tus hermanas y hermanos. En la Casa de nuestro Padre ya están preparados los aposentos que por derecho os corresponden, nadie puede arrebatároslos.

—Los ciclos del Sol como los de las demás estrellas hay que respetarlos. Ten por seguro que la balanza se inclinará una vez más a vuestro favor y la humanidad abrirá unos pétalos más de la flor en la que os estáis convirtiendo, la más bella flor del Paraíso. Vuestras cualidades femeninas harán bien su trabajo. No lo dudes. Y después, en una armonía que nunca conoció este mundo, trabajaréis al unísono para expandir la Verdad y el Amor por el Universo. Mas antes, muchos rostros has de mostrar, pero no olvides que tras ellos un solo Espíritu les alienta, nuestro Padre vive en Él por siempre. No lo olvides María de Magdala.


Embelesado continué contemplándoles. María, con su cabello moreno al descubierto; su estatura algo superior a la media; su belleza exterior reflejando la interior, con una fuerte personalidad. Era su humildad lo que más destacaba en ella, se apreciaba que en el norte la mujer estaba mejor considerada que aquí en Jerusalén. Y Él con su túnica de lino blanco…

Llenaban de paz el lugar. No dejaba de escuchar con suma atención las palabras que el Maestro le comunicaba a María. Muchas preguntas se agolpaban en mi mente, pero no era tiempo de interrogaciones sino de vivir con intensidad cada instante junto a ellos. Él nos iba dando con sutileza y sabiduría aquello que necesitábamos en cada momento, nunca dejó de hacerlo.


Una brisa de viento helado me erizó el bello. ¡Por fin el aire acondicionado funcionaba! Me trajo a la realidad de otro tiempo, el actual. ¡Cuánta verdad y sabiduría en su Palabra! Ésta, se iba cumpliendo a través de los tiempos, pues los pétalos de la flor al calor del Sol del Padre están mostrando, aún tímidamente, el fruto que encierra, mas su perfume se extiende inexorablemente por toda la Tierra alterando el desequilibrio de siglos y siglos de oscuridad.

¡La oscuridad está desapareciendo en la Luz que la creó!


Y en la calle unos niños, judíos y palestinos, juegan juntos con una pelota ajenos por completo al mundo que les rodea, son el futuro…



11- Todo tiene su tiempo y su momento

Escrito I
2ª parte EL AMOR


 11- Todo tiene su tiempo y su momento


Paseando por los restos del Templo, lo que hoy llamamos el Muro de las Lamentaciones volví al pasado, siglos atrás…


Dentro del Santuario del Templo el Maestro se sentó y nos invitó a seguirle en su actitud. En silencio permanecimos un tiempo hasta que de pronto unos sacerdotes, fariseos y saduceos, vociferaban discutiendo acalorados sobre sus diferentes creencias sobre la inmortalidad del alma; ya nada les importaba, ni siquiera el lugar en que se encontraban. El Maestro les observó en silencio, se levantó y salió del Templo, algunos le acompañamos y otros se quedaron escuchando a los sacerdotes.


Dejamos el Templo atrás y atravesando varias callejuelas llegamos a las afueras de Jerusalén. José de Arimatea, ―miembro destacado del Sanedrín y seguidor de las enseñanzas del Maestro muy a pesar de la inmensa mayoría de sacerdotes―, nos esperaba frente a su morada. El Maestro se adelantó fundiéndose con él en un efusivo abrazo, nos pidió adentrarnos en su casa y así lo hicimos. Su vivienda era muy amplia, hecha con piedra caliza, sin adornos.


Llegamos a una estancia superior desde donde contemplamos los campos repletos de olivos y los montes cercanos al oriente de la ciudad. María de Magdala se alegró al vernos y yo aún más, no esperaba encontrarla aquí, la creía junto a sus hermanos en su aldea natal. Pero los designios del Maestro son a veces inescrutables. Tras los saludos nos sentamos, José nos tenía preparado un banquete como si de una boda se tratara. Las mujeres andaban como locas, atareadas de un lado a otro llevando los manjares.


Cuando hombres y mujeres estábamos sentados, el Maestro llamó a María y le dijo:

—¡Siéntate aquí a mi lado y junto a Pedro! Bien es sabido de vuestras desavenencias y os quiero más unidos que nunca. No como están los sacerdotes que han olvidado su verdadero papel entre los hombres y mi Padre, sólo se preocupan de su parcela de poder en la Tierra y quién tiene más fieles seguidores de “su” verdad.

—La razón —continuó—, no está en posesión de nadie como tampoco la verdad. Cada uno tenéis vuestra pequeña parcela de verdad que hoy os es útil, pero no dejéis que se endurezca y se convierta en una pesada piedra que os impida avanzar; es sólo una herramienta como la azada de un labrador, que le sirve para abrir surcos en la tierra con ella, después la dejará y con sus manos la sembrará. Todo tiene su tiempo y su momento.

—Pedro, el hombre no se salva por su fe solamente, por su creencia en un Dios externo. Como tampoco, María, el hombre sólo se salva por su autoconocimiento, es uniéndoos como le encontraréis. Dios, nuestro Padre, está tanto dentro de cada uno de nosotros como fuera; en todo lo que veis y conocéis como en lo desconocido.

—Si dejáis que la balanza se incline en demasía por un lado, crearéis un Dios lejano e inalcanzable y sumiréis en la eterna ignorancia y dependencia a vuestros hermanos y hermanas. En cambio si le inclináis en exceso al otro lado haréis un Dios sólo para unos pocos iniciados y elegidos, la inmensa mayoría de la humanidad se quedará fuera y buscará otros dioses que les suplan su orfandad.


Por un momento volví al presente, el recuerdo de estas palabras al ver al fondo el Monte de los Olivos me hacía comprender con tristeza qué reales eran sus advertencias y no las supimos ver con claridad.

Vivimos en la actualidad en un mundo dividido en millones de parcelas de pequeñas verdades. Cada uno percibiendo la nuestra como la única, la verdadera, y siendo capaces de defenderla hasta con nuestra vida si fuera necesario. No tengo más que girar la cabeza y ver en que se ha convertido hoy Jerusalén: un símbolo de la división de religiones, culturas, de hermanas y hermanos.

Triste destino el que estamos viviendo, pero no es tarde. Las voces de quienes clamaban en el desierto se han adentrado en las ciudades. Y en silencio, como un ladrón en la noche, entran en cada morada instalándose, esperando con paciencia el suave despertar, el amanecer de un nuevo día.


Todo tiene su tiempo y su momento.

10- El Templo de Jerusalén

Escrito I
2ª parte EL AMOR


10- El Templo de Jerusalén


El camino hasta Jerusalén transcurrió con relativa calma, los controles del ejército israelí hacían que la puntualidad no fuera más que una bonita palabra en el tablón de horarios de la estación de autobuses.

Otro ejército aparecía en mi mente, soldados romanos vigilaban la calzada observando a todos los que nos aproximábamos a Jerusalén. Aunque esos días éramos tantos los que nos acercábamos que no podían impedir que los “enemigos” de Roma entráramos con facilidad.

Hoy, palestinos y judíos, transitan recelosos unos de otros, el “veneno” del odio está inoculado en cada uno de ellos. Cada gesto, cada movimiento les delata. El miedo parece gobernar la Ciudad Santa. Algunos políticos y dirigentes religiosos han hecho a la perfección su labor en ambos bandos. Se respira un ambiente de calma tensa, frío y desolador.

¡Cuántas palabras pronunciadas en nombre del amor y la verdad con el único objetivo de tener dominado a un pueblo, adormecido, sojuzgado!

¡Cuánto disfraz bajo el nombre de la justicia para no querer reconocer la igualdad de todos los habitantes de esta tierra, donde nadie es realmente superior ni inferior a nadie!

Transitamos por las calles empedradas, los puestos apostados a ambos lados ofrecían sus mercancías, el griterío era constante. En aquella ocasión no estaba solo, varios amigos me acompañaban y el Maestro nos esperaba. Sabíamos que el Sanedrín se reuniría. Roma estaba nerviosa pues el imperio en oriente no iba todo lo bien que esperaban, levantamientos contra su opresión ocurrían cada poco tiempo, había que atajar el problema de raíz.

Allí estaba Él, esperándonos junto a la fuente, aún sentado destacaba por su altura y porte. Nos saludamos efusivamente, un abrazo dado con corazón, el reencuentro de viejos amigos.

―¡Vamos! exclamó Él con voz firme.

Tras recorrer varias callejuelas llegamos a la plaza central frente al Templo, subimos por la escalinata que nos adentraba en su patio. En él todos podíamos acceder, judíos y gentiles; la vida de éste era agitada en el Sabbat, el espectáculo era a veces deprimente; si fuera había puestos, dentro no cabía una aguja, todo se vendía y todo se compraba.

El Maestro se detuvo mirando con tristeza a su alrededor. ¡Continuemos! Esta vez su voz estaba apagada, su corazón permanecía turbado.

Le pregunté:

—¿Rabí, por qué permiten que esto ocurra en tierra sagrada? ¿No habría que echarlos de aquí como fuera, aunque sea a empujones y latigazos?

—Dejadles —dijo el Maestro— que ellos se ahoguen en su propia agua.

El Maestro continuó en silencio hasta el edificio del Templo, aquí ningún extranjero podía pisar, se sentó y nosotros a su alrededor. Me miró, sus ojos estaban vidriosos y, tras un silencio en que Él sólo sabe qué ocurre en su interior, comenzó a hablar diciendo:

—Nunca empleéis la violencia ni aún con aquel que te ha arrebatado tu Hogar, ninguna causa es tan importante que justifique su uso. Pues aquel que emplea la espada y lastima a su hermano, no basta con que le pida perdón, si éste no se perdona a si mismo vivirá en un infierno aquí en la Tierra. Si no lo hace así su corazón se convertirá en una dura roca. Entonces atraerá para sí lo que mal llamáis infortunio, desgracias, cuando sólo son el medio que el Espíritu emplea para ablandar y volver a hacer de carne y sangre su corazón, de luz y fuego su alma.

—Si permites que tu Templo sea ocupado por la codicia, la avaricia, la soberbia, la mezquindad, el egoísmo. Si dejas que los mercaderes del Templo se adueñen de tu Hogar y te arrojen fuera de él. ¿Qué quedará de ti? ¿A dónde irás?

—Tu Hogar, tu Templo, es la Casa de mi Padre, os fue dada para que hicierais de ella el lugar donde se reúnen el Cielo y la Tierra.

Se levantó y llevándose las manos al corazón, miró al Santuario del Templo y continuó:

—Sólo el Amor tiene cabida en la Casa de mi Padre. Todo vuestro ser, desde los pies hasta el último cabello tienen la misma importancia para Él.

—En cada uno de sus hijos dejó una semilla que debéis cuidar, dejar crecer y madurar. Su Espíritu espera pacientemente este momento, entonces se cumple su promesa de liberar a su pueblo de la esclavitud y os convertís en su Santuario Vivo, en la Tierra Prometida, la Nueva Jerusalén.

Nos quedamos sin palabras, nada podía salir de nosotros más que un sentimiento indescriptible. Miré a mi alrededor y un inmenso gentío nos rodeaba en silencio, entonces el Maestro se introdujo en el Santuario para orar al Padre, nos pidió que le acompañáramos y así lo hicimos.

9- El Mar de Galilea

Escrito I
2ª parte EL AMOR


9- El Mar de Galilea


Llegó el atardecer tras una larga jornada caminando por las tierras de Galilea. Mis pies cansados me llevaron a la orilla de un mar que me traía viejos recuerdos…


La chiquillería, alborotada tras la llegada de los pescadores con la recompensa de una jornada bajo un sol abrasador, sabía que necesitaban de su ayuda para limpiar los peces y prepararlos para su transporte. Las mujeres no se quedaban a la zaga, colaboraban y no era sólo por necesidad, un espíritu de solidaridad les embargaba a todos.

Eran los días en que el Maestro estaba junto a ellos, sus palabras habían calado hondo en muchos, tanto que cambió radicalmente sus vidas… Pedro, Mateo, Santiago…


Ahora todo era silencio. Alguna desvencijada barca en un mar que ya no era el mismo. Los aviones
sobrevolando a cielo raso, rompiendo la paz que aún se respira, rumbo norte, en no se sabe qué misión, en nombre de no sé qué paz.


«Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los limpios de corazón, los perseguidos, los que lloran…» Sus palabras están tan vivas como entonces.


No me apetecía dormir bajo un techo de hormigón, así que decidí que las estrellas me acompañarían. Los grillos ya comenzaban su cantinela y el sonido suave del agua acariciando la orilla eran un bálsamo para mi cuerpo cansado.

La primavera se dejaba entrever. La noche era templada. La vegetación se mezclaba con la árida tierra alfombrándola con su verdor. La luna creciente se asomaba a través de los montes cercanos, reflejándose su luz en las tranquilas aguas.

Me senté a la orilla dejando que mis pies se mojaran. Una vez más los recuerdos reaparecían…


Otro tiempo. La misma orilla. Mis pies mojándose como hoy, pero no estaba solo, cerca dormían como niños mis compañeros de viaje.

El Maestro se acercó, sus pasos le delataban; se sentó a mi lado, descalzándose y extendiendo sus piernas dejando que el agua las bañara. Su túnica acabó mojándose. Nos miramos y sonreímos. Volví a mis pensamientos.


—Nada temas —me dijo.

—No estés preocupado por el futuro, sin duda llegará, pero éste es el momento que estás viviendo —pareció leer mis pensamientos—, es en el ahora donde has de concentrar tus energías. Nuestro Padre sabe de tus necesidades y de las mías, nada te ha de faltar.

—En este momento, si todo tu ser lo centrarás en ver el Reino de Dios lo tendrías ante tus ojos, mas la duda no deja de cegarte. Pasarán mil, dos mil años y te seguirás haciendo las mismas preguntas… ¡Cuando la respuesta la tienes tan cerca!

—El Reino —continuó— no es un lugar al que has de llegar, ni siquiera una tierra que has de conquistar. ¡El Reino eres tú!


Me quedé un poco perplejo, no acababa de entenderle, a veces sus palabras me resultaban tremendamente enigmáticas. Parecía hablar como si estuviera dirigiéndose a los escribas y eruditos, y yo no era más que el hijo de un pescador.


—Me dirijo a ti —volvió a leer en mi mente―. Las auténticas verdades, las que nos hacen libres, son sencillas. Somos nosotros quienes para no salir de nuestra prisión tejemos una telaraña donde nos dejamos atrapar, y le ponemos nombres que ocultan la podredumbre que encierran.

—Eres libre si así lo deseas con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.

—Sólo hay un camino, el de la verdad. La verdad de que eres mi hermano. La verdad de que somos hijos del Creador… nuestro Padre.

—Él nos ha dado la vida, nos ha dado lo más preciado que un padre puede tener; se ha dado a sí mismo, se ha entregado por entero a los mundos que ha creado, se ha fundido con ellos.

—Y tú, mi pequeño hermano, no eres menos que la Luna que contemplas, ni el Sol que alumbra tus días. Él habita en ti, como tú habitas en Él. Este es el Reino que quiero que descubras, no importa si hoy o en otro tiempo, solamente depende de ti.


Le miré. Su cabello negro, brillante como la luz de la luna. Sus ojos mirándome fijamente. Los míos dejaban caer unas gotas como el agua del Mar de Galilea.

Nunca olvidaré su rostro y su sonrisa, pero más importante, nunca olvidaré sus palabras de vida:

«El Reino eres tú. Este es el Reino que quiero que descubras, no importa si hoy, o en otro tiempo, depende de ti».


Abrí el saco de dormir. Tumbado contemplé el firmamento, una estrella fugaz le recorría de Este a Oeste, de mis ojos brotaron unas gotas como el agua del Mar de Galilea.



8- La hora del viento

Escrito I
2ª parte EL AMOR


8- La hora del viento


Amanece en el desierto. La oscuridad va dejando paso a la luz del alba.

El frío de la noche se aleja, dejando una estela de rocío sobre las pocas plantas que se atreven a crecer en esta inmensidad encantada.

Un pequeño escarabajo despierta haciendo un surco bajo la arena

comenzando su diaria tarea en búsqueda de alimento.


Poso mis manos sobre la fina arenisca, las lleno de ella elevándolas al cielo; abriéndolas y dejando la arena caer cual reloj sin tiempo que marcar, sus diminutas partículas se esparcen llevadas por el viento, lejos, no importa dónde.

Los primeros rayos comienzan a perderse en el horizonte, pronto

el rey Sol se dejará ver en todo su esplendor.


Sumido en la contemplación del bello espectáculo de un nuevo día, único, irrepetible, unas palabras resurgen en mi corazón:

«Yo envío delante de mí a mis hermanos, allanad el camino de mi vuelta, os traigo lo que os prometí».

«Ven, conmigo ven, llegó la hora del viento».

7- La Voz

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


7- La Voz

Una Voz resonaba en mi interior:

—¡Despierta! ¡Sal de tu casa! ¡No estás soñando!


Miré a mi alrededor, no había nadie, aun así aturdido respondí:

—¿Ahora? ¡Aún es de noche!


La Voz siguió:

—¡La semilla que plantaste en tu jardín ha crecido lo suficiente para dejar ver su hermosura, sal a verla!

A medio despabilar, abrí la puerta, salí, bajé unos escalones y me encontré en medio del jardín. No veía nada fuera de lo normal por más que miraba a mi alrededor, algunos arbustos y un ciprés dejando entrever la luna llena en medio del infinito.


La Voz continuó:

—Como siempre, andas un poco despistado, no es con los ojos físicos con los que has de mirar, son los del alma los que debes usar, mantente un momento en silencio, agudiza un poco el oído y escucha.

Así lo hice, lentamente mi respiración era más pausada, aparte de ello todo era silencio. Pensé: “no escucho nada”.


La Voz me dijo:

—¿Estás seguro que no oyes nada?


Volví a “mi” silencio. Escuché entonces los latidos de mi corazón, al principio agitados, aunque la calma no tardó en llegar.

Acabé cerrando los ojos sentado en un banco. Los minutos pasaban, o eso me parecía a mí.

Una música muy suave, un sonido indescriptible pero hermoso me puso el bello de punta. Me pareció que todo se movía a mi alrededor, al instante me encontré en pie… ¡frente a mi mismo! No podía creer lo que estaba viendo, ahí estaba yo, sentado con los ojos cerrados y a la vez en pie, creía que me estaba volviendo loco. Y de pronto volví a escuchar la misma melodía, me serené sin saber cómo.


La Voz, que esta vez parecía provenir de todas partes, la volví a escuchar diciendo:

—Ya es hora que veas el ser en que te has convertido, has tardado “unos pocos milenios”, pero ha merecido la pena la espera. Pasaste penurias, sufrimientos, también momentos alegres e inolvidables, todos ellos te fueron moldeando y han hecho, has hecho de ti quien hoy eres. Lo debes a tu esfuerzo y abnegación, los que te acompañaron y acompañaste, están muy contentos.

—Hoy el cielo canta una canción, la tuya, la del ritmo de tu corazón sonando en armonía junto a miles, millones de hijos de Dios.

—Hoy ha nacido un hijo del Espíritu.


—¡Empieza a caminar!



6- Contigo gloria alcanzada

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


6- Contigo gloria alcanzada

En tu grandeza, Padre,

al ciego convirtiendo en visionario.



En sueños contemplando una realidad

trascendiendo los sentidos confinados.



Tu Espíritu habitando alma arrebatada,

gozoso éxtasis de amor sublimado,

entregada a tu Voluntad Divina,

devuelta magnificada,

transfigurada morada,

nunca más por el humano ocupada.



Únicamente Tú importas,

sólo tu Palabra.

La persona muere,

sin ti ya no es nada,

contigo gloria alcanzada.

5- Es asunto tuyo

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


5- Es asunto tuyo


Nada sobre los mares,

sumérgete en sus profundidades,

sus corrientes te llevarán de un lado a otro.

Cuando domines el arte de la natación,

podrás andar sobre las aguas,

entonces mira hacia el cielo.


Contempla como vuelan las aves,

extiende tus brazos,

se convertirán en alas;

nada temas,

toma impulso y únete a ellas;

se alegrarán de tu llegada y te enseñarán el arte de volar;

lo demás es asunto tuyo.

4- Ayer me contaron

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


4- Ayer me contaron


Ayer me contaron que…

junto al olivo, símbolo de paz,

unos ojos entristecidos descubren a un amigo,

Aquel que siempre está cuando se le necesita.



Sus ojos negros, penetrantes y profundos.

Su rostro con las huellas de tantos caminos recorridos

y sin embargo terso y firme;

juvenil y maduro a la vez, lleno de sabiduría.

Su cabello azabache, mecido por la brisa,

y su sonrisa,

infunden serenidad y bonanza.



Los pensamientos desordenados de quien le observa

los hace suyos.

La confusión desaparece por completo con sus respuestas sin palabras, llenas de vida y amor.



Una Voz que resuena con nitidez en su interior

le habla de esperanza;

de la realidad divina;

del espíritu unido a tantos y tantos espíritus;

de confianza de que Su palabra se cumplirá.



Nunca se fue,

está en cada uno de nosotros,

ahora más que nunca.



miércoles

3- El Hijo pródigo

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


3- El Hijo pródigo


¿Cómo expresar con palabras lo inconmensurable,

compartir el gozo, el deleite,

la complacencia,

del encuentro con la divinidad inmanente?



Solo, en el silencio, escucho tu himno de alabanzas:



¡Alabados sois, porque veis el Reino en medio de la iniquidad!

¡Alabados sois, porque aun no siendo del mundo lo dais todo por él!

¡Alabados sois, porque os creé a todos semejantes a Mí!

¡Alabados sois, hijas e hijos míos, porque allanáis el camino al Maestro, vuestro hermano!

¡Alabados sois, hijas e hijos del Amor, en Mí vivís por siempre!



Tu fuego purificador ha sanado a la ignorancia

convirtiéndola en luminiscencia.

El rayo de tu luz señala el camino a seguir.

El encuentro celestial ya no es una quimera.



Hoy, aquí y ahora,

vives en cada uno de nosotros.



Hoy, el hijo pródigo vuelve a casa.





2- Padre

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


2- Padre



Padre,

en este mundo donde tanto se habla de ti,

unas veces con bondad,

con conocimiento y amor,

otras con vanidad e ignorancia.

Donde muchos se autoproclaman seguidores de la verdadera iglesia y rechazan sin dudar a su hermano.

Donde te catalogan y establecen normas que tus hijos

nunca manifestaron.

Un dios creado a medida del humano,

Un dios frustrante e inalcanzable.

Un dios que nada tiene que ver contigo,

Padre.



Tú, Padre, hablas de hermandad,

de un solo cuerpo integrado por todos tus hijos;

donde no hay primeros ni últimos;

donde no vamos a ninguna parte porque ya estamos;

donde tú te manifiestas.



Los hijos que bien te conocen,

nos hablan de la fuerza del amor frente a la barbarie de la sinrazón.

Nos hablan de esperanza,

de una realidad tangible

sólo con dejar un pequeño espacio a la posibilidad de lo imposible.



Tú, Padre,

estás aquí entre tus hijos porque nunca nos abandonaste.

Nos creaste a tu imagen y semejanza.

Y hoy,

aquí y ahora podemos conocerte,

conocernos si así lo anhelamos con la suficiente

humildad de corazón.

1- Hoy aquí

Escrito I
1ª parte LA VOLUNTAD


1- Hoy aquí


En las playas del Universo,

tras los vientos de la tarde,

en medio de la soledad te encuentro sentado junto a mí.



Me hablas de grandes propósitos,

de esperanzas.

Me dices que cuentas conmigo,

con este pequeño anciano que nada sabe hacer en este mundo,

con todos.



Sólo tengo mi tiempo

que comparto contigo y el destino,

con calma y sosiego,

inquietud y temor.



Nada poseo.

Mis manos vacías están.

No tengo sabiduría.

Sólo sé que nada sé,

mas en tus manos deposito mi pequeño espíritu

para que con él haga nuestro Padre su voluntad.



Hoy aquí, mañana no lo sé.



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