lunes

10 - Los Maestros

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

10- Los Maestros

Entramos a la caída de la tarde en Damasco. Al salir de la estación de autobuses nos adentramos por unas callejuelas cercanas, más bien parecía un laberinto del que no sé si yendo solo podría salir de él.
Al situarnos frente a una casa me llamó la atención su entrada: una puerta de madera antigua con clavos desgastados ―pintados de azul turquesa― y rodeada por un marco de piedra con el puente arqueado.
—¡Ya hemos llegado! —exclamó Meryem—. Mi corazón se aceleraba por momentos, algo me decía que tras la puerta nuestras vidas darían un giro.

La puerta se encontraba abierta. Un patio empedrado en los que los pilares, que sostenían una planta superior, estaban rodeados por rosales trepadores espléndidamente florecidos. Su perfume embriagaba el lugar de una extraña sensación de paz.
Atravesamos el patio entrando a una estancia donde sentado se hallaba un hombre de edad mediana haciendo anotaciones sobre un libro.
Él debe ser el profesor de historia —pensé.
Se levantó al escuchar nuestros pasos. Nos saludó.
—¡Hola, Meryem! ¡Hola, Juan! ¡Bienvenidos a mi casa!
—¡Hola, Jeshua! —contestó ella.
—¡Hola Jeshua! —dije yo.

Al mirarle cara a cara, me percaté de su sonrisa, una sonrisa que me era muy familiar.
Meryem se percató de mis pensamientos y me dijo:
—Tu intuición es correcta, es el maestro Jesús, Hoy, él al igual que tú y yo, tenemos diferentes cuerpos, diferentes apariencias, oficios y costumbres.

—No me consideres tu maestro —dijo Jeshua—, ni siquiera Jeshua es mi nombre actual, como tampoco los que tenéis son los vuestros. No soy tu maestro, somos hermanos y discípulos del Maestro, el Maestro de maestros.
—Hemos llegado hasta aquí no porque seamos especiales, ni hijos predilectos del Padre, Él ama a todos por igual, simplemente hemos dado un paso más en el camino del Amor, el camino de regreso al Hogar.
—El Padre está en cada uno de sus Hijos. La única diferencia reside en el nivel de conciencia, en la capacidad de Amar que cada uno hemos adquirido a través de las edades y de la experiencia vivida, más la Voluntad que ponemos en ello. Y, no hay que olvidar que somos libres de escribir nuestro destino. Tenemos un don: el libre albedrío.
—Nosotros, tomamos en un punto del camino la determinación de no mirar atrás, poner al otro por delante de nosotros…, que la Voluntad del Padre y la nuestra sea Una.
—Mi mensaje, nuestro mensaje, de hace dos mil años es hoy el mismo: “Amarás al prójimo como a ti mismo por encima de todo tipo de separatividad”.—Hoy hay que romper las barreras mentales que se han construido a lo largo de este tiempo. Volver a la esencia de nuestro mensaje: la Paternidad, la Hermandad y la Eternidad. Y estos son los motivos que han hecho que hoy, nosotros y algunos más, nos volvamos a encontrar aquí.
—Que nadie nos busque pues no nos encontrarán, pasamos desapercibidos ya que en nada nos diferenciamos del común de los mortales. Estamos en todos los estamentos de la sociedad, horadándola donde hay que hacerlo, desde dentro; aquella que se va adaptando a la nueva situación que se está creando permanecerá, la que no, ella sola irá desapareciendo.
—No hemos venido como representantes de malos augurios. Quitad el temor de vuestras mentes, éste sólo reside en los que se aferran al pasado, mental y sentimentalmente, y creen que sólo las posesiones materiales son lo importante.
—Nuestro Padre nos da aquello que necesitemos sin necesidad de pedírselo. Y desde luego, lo conseguido a costa del sufrimiento ajeno será arrebatado, pero no por una mal llamada “justicia divina”, pues Él nos ama a todos por igual, sino porque en lo más profundo de nuestro Ser sabemos qué es justo y qué no lo es, por lo que nosotros mismos nos estamos juzgando, condenando y perdonando.
—Él, sólo sabe Amar y cuando así lo deseemos haremos como Él: poner nuestra Voluntad al servicio del otro. No es tan difícil, amplía tu capacidad de conciencia, mira a los ojos al otro; a tu hija, hijo, quizás te resulte fácil; a tu vecino quizás también; ve dando pasos según vas aumentando el tamaño de tu “corazón”, de tu Alma y acabarás amando a aquellos que un día te hicieron daño, a los que hoy te lo hacen y aún a los que te lo harán. No olvides que ellos son los maestros que te señalan tus imperfecciones como tú señalas las de otros. Son tus hermanos como lo somos nosotros, ninguno por encima de nadie y ninguno por debajo de nadie.
—No adores más que al Dios que mora en ti y al Dios en el que vives, los demás somos simplemente… sus hijas e hijos, donde no hay segundos porque somos todos el primero, el Único Hija e Hijo del Creador.

El silencio se hizo presente y el perfume de las rosas entró por las ventanas inundándonos con su Amor. El Amor que reside en toda la Creación y que únicamente sabe compartir su Esencia, su Alma, su Espíritu. El Espíritu que compartimos con El Que Viene y al que estamos preparando su Morada.

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