lunes

Epílogo


"…Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"




Así Es…

Acaba una etapa y emprendemos

otra nueva en nuestras impermanencias.






Estos escritos…

Comienzan el tres de febrero y terminan el siete de mayo del año dos mil siete

siendo una conexión con el Maestro que vive en todos los seres.


Son simplemente una experiencia vivida, una más.


Vive la tuya: es única.

***





DESCARGA EL LIBRO EN ESTE ENLACE: AL ENCUENTRO CON EL MAESTRO
COMPÁRTELO, SI ES TU DESEO, CON QUIENES QUIERAS. Y QUE TU BENEFICIO SEA SOLAMENTE ESPIRITUAL, QUE REPERCUTIRÁ EN TU VIDA COTIDIANA. COMPARTIR, SIN INTERÉS ECONÓMICO EN ELLO.
 ES PATRIMONIO DE TOD@S.

17- Yo Soy Uno



Escrito II
EL CONOCIMIENTO

17 - Yo Soy Uno


En el silencio de nuestras mentes, en la calma de nuestros cuerpos, supimos y conocimos. Escuchamos la Voz del Sin Nombre:
—Dejad que vuestros corazones se abran como una flor y así, a través de ésta, descubridme, sentidme, amadme.
—Yo Soy y me reconozco en mi Creación.
—Yo Soy el Ser manifestado en cada instante.
—Una sola Conciencia emana de mi Ser profundo.
—Yo Soy Uno con “Mi” personalidad en Cuerpo y Alma encumbrados.
—Ya no hay dualidad sino Unidad…

—Mi Espíritu, mi Alma, mi Cuerpo, son Uno y Yo Soy Uno con Ellos y en Ellos.
—Ellos ya no son Ellos sino Yo.
—La Trinidad es Una y Yo Soy Uno con Ella y en Ella…—Mi Vida es Una y múltiples mis manifestaciones y aun así sigo siendo Uno.
—He transmutado la palabra “Tú” y la convierto en “Nosotros”.
—Y Nosotros y Yo somos Uno, no hay dualidad.
—Yo Soy el único Yo Soy.
Continuamos en silencio, de pronto, me sentí fuera y dentro de mí a la vez y una espesa bruma me envolvió. Mi conciencia se expandió. Contemplé un rostro joven y otro longevo, más el que nunca se muestra. La Voz prosiguió:
—Cuando me sentís alejado e inalcanzable es sólo el juego de vuestras mentes por seguir siendo quienes tomen las decisiones, cuando en realidad vuestras mentes solamente son una herramienta mía para reconocerme en mis emanaciones.
—Creé la palabra “tú” y “él” para tomar cierta distancia de Mí mismo y en la lejanía poder reconocerme en mi Creación. Y en un rincón del cosmos, hoy, ahora, en este pequeño mundo… Yo Soy...

—…He unificado el Cielo y la Tierra en Mí.
—Mi Hija y mi Hijo no son sólo mi Hija y mi Hijo, Soy Yo.
—Extendí mis brazos en Ellos, mi Hija y mi Hijo primigenios, y hoy en Ellos me manifiesto como en La Realidad Yo Soy: un solo Ser.
—No es a Ella y Él a quien veis. Yo Soy a quien veis en Ellos, pues Ellos y Yo somos Uno. Si Le contempláis, ya sea en unidad o dualidad, os reconocéis a Vosotros mismos y Me descubrís.
—Así, en el pasado con sus ejemplos os señalé el Camino, tanto en la Renunciación del mundo ilusorio como a través del sacrificio del ego en la Crucifixión; también os mostré la Esperanza en la Iluminación, en la Resurrección y en la Ascensión.
—Hoy, en una vuelta más de la espiral de la Vida, viviréis la Unificación del Ser de la Luz Dorada. La gran Profecía no revelada aún se hará una realidad en este mundo y se convertirá en un ideal a alcanzar por la Humanidad, que todos lograréis pues en la Realidad ya Es…
—…Aquietad vuestros intelectos, vaciad vuestras mentes, llenad vuestros corazones; sólo así os reconocéis, sólo así me conocéis.
—Mi Voluntad… vuestros Deseos. Vuestras Esperanzas… mi Voluntad.
—Unifico cada día un poco más en todos Mi Camino de regreso al Hogar.
—Recordad, sólo el Amor es la llave que abre la puerta a la Vida…
—Y, conoced que no sois distintos a Mí.
—Y viviréis cada instante con más intensidad y diréis: Yo Soy.
—Y sentiréis que Yo Soy quien en La Realidad siempre Es.
—Tú y Yo Somos Uno.
—Vosotros y Yo somos Uno.
—Uno…

—…Decid con el Cuerpo, con el Alma, con el Espíritu…“Yo Soy”, porque en verdad así Es...

—El Maestro que habéis buscado siempre ha estado con y en vosotros y es quien os ha ido señalando el Camino hacia Vosotros mismos, hacia Mí.
—Vuestro verdadero Maestro es vuestro propio Espíritu: El Cristo que sois, el verdadero “Yo Soy”.
—Siempre estuve dentro de cada uno de vosotros; siempre estáis dentro de Mí.
—Porque, no lo olvidéis: Tú no eres Tú; Vosotros no sois Vosotros: Soy Yo.
—El Amor es quien nos une. Éste es todo el Conocimiento que precisáis, que existe en la Realidad...

—Yo Soy… Uno, en el Cielo y en la Tierra. La Voz cesó y… ya no somos más dos, sino UNO en “Dos”.


*
*    *

16- La ceremonia de Wesak

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

16- La Ceremonia de Wesak

Nos despedimos de la aldea de Rennés-le-Château y tomamos la carretera que nos adentraba en los Pirineos. El verdor embellecía un paisaje cada vez más encantador y apacible.
Llegamos, tras circular por sinuosas carreteras, a Artigues. Una preciosa aldea francesa rodeada de montañas con un aroma fresco y entrañable en la que plácidamente viven sus lugareños.
Tras una ligera comida continuamos, con el vehículo, internándonos por la ladera de la montaña hasta aproximarnos a la vertiente más próxima al pico Le Roc Blanc.
Aparcamos y proseguimos andando ascendiendo a través de una estrecha senda ya marcada a través de los siglos. Al poco tiempo las primeras nieves se encontraban ya bajo nuestros pies. El día soleado primaveral nos hacía más confortable la subida y, un arroyo que trasladaba las cristalinas aguas a los valles cercanos nos alivió la sed. Después de unos pocos kilómetros conseguimos llegar a la cima.

Nuestros cansados cuerpos se posaron en la nieve, sobre una roca. Ante nuestros ojos una panorámica inigualable. Nos aquietamos contemplando tan sublime belleza dejándonos impregnar de la energía del lugar.

Meryem pensó en alto:
—Al mismo tiempo, en otro lugar similar, una ceremonia está a punto de comenzar.
—Así es —le confirmé—, un lugar que no aparece en los mapas y sin embargo tan real como en el que nos encontramos.Y continué:
—Un valle donde se dan cita en el plenilunio de Tauro aquellos que expresan en su fuero interno la voluntad enfocada al desarrollo espiritual del ser humano; al despertar de la conciencia para toda la humanidad; al encuentro con el maestro que hay dentro y fuera de uno: La Ceremonia de Wesak.Y con estas palabras, en un instante, nuestros cuerpos de luz dejaron la carcasa que envolvían y en el mismo momento nos encontramos en un valle sin nombre. Advertíamos cómo, a su vez, se aproximaban multitud de almas con vestiduras blanqueadas por sus cuerpos de luz. El lugar cada vez más concurrido. Los peregrinos de la luz fuimos tomando asiento a lo largo y ancho de su extensión, todos en un profundo e íntimo silencio, formando círculos concéntricos. Su centro se quedó sin ocupar y en un momento dado entonamos un antiguo cántico aparentemente perdido en el tiempo...

Sobre el foco central se concentró una esfera luminiscente blanquecina, poco a poco fue transparentándose. Tres siluetas se fueron dibujando en ella; una se percibía resplandeciente como un Sol que no ciega, sin rostro, de ésta surgieron dos rayos de luz que enlazó a las otras dos siluetas entre sí y con ella. A la derecha de la silueta como el Sol, un Ser vestido con una túnica azul dio un paso hacia delante sentándose en silencio; en sus ojos se podía apreciar el Amor más sublime. Sentí su profundidad entrar en mí, todo mi ser parecía un viento mecido hasta convertirse en torbellino a punto de provocar una explosión. A su izquierda el otro Ser hizo lo mismo sentándose también en silencio, su túnica era blanca; sus ojos como el fuego, mas no un fuego que quema sino que purifica.

Absorto en la escena, de pronto noté cómo el vehículo de mi conciencia se elevaba por encima de todos y contemplé una escena que nunca olvidaré: el valle repleto de seres de luz semejante a una flor extendiendo sus pétalos; millones de éstos abriéndose alumbrados por la luz de un Sol que está en su centro. Este Sol, esta esfera de luz, como una burbuja transparente, se fue agrandando abarcando el lugar y trascendiéndole. Seguí ascendiendo y contemplé cómo la esfera cubría el globo terrestre con su manto de Luz. Giré la vista y percibí un rayo de luz inmenso que proveniente del Sol alcanzaba al planeta Venus y rebasándole llegó al centro de la flor. En ese momento volví a encontrarme sentado junto a los demás.

Acto seguido, el Ser “resplandeciente como el Sol” unió los dos rayos que de Él procedían. Los otros dos Seres, a la vez, fueron acercándose hasta que se hicieron uno sólo; sus cuerpos se desvanecieron ante el Ser “resplandeciente como el Sol” y todos los que allí nos encontrábamos. Un punto de luz se fue formando y extendiéndose como un remolino. Al poco, de él, surgió un Ser cubierto con una túnica dorada; me fijé en su rostro, un rostro que es la fusión de los dos anteriores.

Una voz proveniente del Ser “resplandeciente como el Sol” dijo:
—Este es mi Hijo. Es la Luz y el Amor fusionados.
—Hasta ahora visteis sus múltiples efigies a lo largo de las edades, a partir de ahora sólo veréis una. Él no es distinto a vosotros, ni vosotros sois diferentes de Él. Así como vosotros os hacéis uno con vuestra alma, os haréis uno con el Espíritu que os habita desde la eternidad, esto es lo que habéis contemplado hoy. Porque así es para Mí, siempre un presente al que vosotros tendéis por libre elección.
—Es el momento en que todos los velos han de caer; los miedos, los recelos, van a ir dando paso a la confianza y de ésta por la experiencia, a la certeza vivida por todos y cada uno de vosotros. Y no me refiero sólo a los que estáis aquí, todos habéis sido llamados a este evento, pero no todos han atendido la llamada. Sois libres y libres seréis por siempre. Yo seguiré llamándoos una y otra vez hasta que el último de mis Hijos vuelva al Hogar.
—Id cada uno al lugar donde vivís, mas vivid en la Luz y en el Amor, de ese modo seréis un solo ser con vuestra alma y comenzaréis la ascensión hacia algo más grandioso. Vivid vuestra religión con Amor; quienes en su mente y corazón han elegido otros caminos de reunificación, vividlos igualmente con Amor. Pues por Amor estáis hoy aquí, no por vuestro conocimiento y posición social o poder terrenal; éstos no son nada para mí, son sólo herramientas con las que os estáis construyendo día a día, creadas por y para vosotros. Pues creadores sois siempre y cuando vuestra creación ya no os satisfaga, la destruiréis y volveréis a comenzar, una y otra vez, siendo cada vez más perfectos a vuestra imagen y semejanza, que es la mía.Continuó…
—El rostro que habéis visto es el del que viene a vuestro mundo, es el molde, el ideal, el futuro que habéis pedido con vuestras oraciones y es el que habéis creado con Amor. Cuando Él se manifieste entre vosotros le reconoceréis, porque el Amor sólo tiene un rostro, el de la Verdad.
—La Luz que hoy os he dado, mi Espíritu de la Verdad y el Amor, os iluminará en los días oscuros que aún os quedan por vivir; Él os guiará y seréis Uno con Él, Uno conmigo. Y nada habréis de temer pues así como di el Pan de Vida en el pasado, del mismo modo os lo doy a vosotros ahora, no tendréis hambre ni sed. Él hablará por vuestra boca, vuestros actos serán los suyos. Así, por el resto de vuestros días, hasta que os llame a mi presencia y sabréis que sois eternos como eterno es vuestra Madre y vuestro Padre, pues sois todos mis Hijas y mis Hijos: Uno.
—Marchad en paz, con Amor y Verdad, pues éstas son vuestras únicas defensas y mi único Evangelio. Se acerca el tiempo en que la cosecha estará lista. Mi Hijo es el camino hacia Mí y DAR Amor es su único mensaje. DAD todo lo que sois pues sólo así recibiréis. No excluyáis a nadie, mas dejad que cada uno siga su camino, pues todos os llevan a Mí a su debido tiempo, disponéis del que necesitéis...Sin saber cómo, nos encontramos en nuestra carcasa, nuestro cuerpo físico, nuevamente contemplando las cumbres cercanas cubiertas de blanca nieve. El espacio divisado nos empequeñeció aún más y sin embargo nos sentimos acogidos por el Amor de la tierra que pisábamos y del cielo que nos protegía con su manto de Luz.

Nos miramos, nos dimos la mano y reanudamos el camino de vuelta al Hogar. Las palabras sobraban, comprendimos el mensaje vivido unos instantes antes y sabíamos qué debemos hacer. Sonreímos mientras nuestros pies se hundían en la nieve. Meryem tomó un poco de ésta y me la arrojó, hice lo propio y nuestras carcajadas se extendían por las cimas y el eco nos las devolvía amplificadas.


Unas horas más tarde, desde la orilla del lago surgido hace millones de años en el valle cercano a la aldea, avistamos al oriente como emergía la Luna llena sobre el horizonte y al poniente el Lucero con sus destellos reflejando la luz del Sol oculto por poco tiempo.

15- La Torre Magdala

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

15- La Torre Magdala


Un pequeño paseo por los jardines aledaños a la iglesia de Rennes-le-Château nos llevó hasta situarnos frente a una torre amurallada, que según nos contaba un vecino del lugar, fue ordenada construir a finales del siglo XIX por el mismo sacerdote que mandó restaurar la iglesia, Torre Magdala la llamó.
Se podía visitar, por lo tanto, decidimos entrar en ella. Denotaba ser un lugar de estudio y recogimiento. Sobrio, con unas librerías que aún conservaban algunos ejemplares en sus estantes, pero que al parecer no eran los que originalmente habían sido consultados por el sacerdote.
Una escalera de caracol nos trasladó a una segunda planta, una amplia terraza desde donde contemplamos toda la comarca. Nos quedamos ensimismados con el paisaje. Desde este punto la Tierra nos hacía sentir lo infinitamente pequeños que somos, unas simples criaturas del universo rodeadas de una naturaleza que nos invita a fundirnos en ella.
Los gorriones vestidos como antiguos monjes mendicantes alabando con su piar a la vida; los viñedos amamantándose de la tierra, prestos a ofrecernos su jugo en unos meses; los árboles incitándonos a elevarnos junto a ellos hasta el cielo.
Nuestras almas se sentían unidas con el entorno…

Un leve susurro y... la Madre Tierra comenzó a hablarnos:

—Como veis, mis pequeños — una dulce y suave Voz femenina parecía salir tanto del entorno como de nuestro interior—, no me presento bajo el manto de una virgen como hice en otro tiempo. Me estáis viendo a través de vuestros ojos, contempláis mi ropaje en la naturaleza que os rodea y, sobre todo, me sentís en la profundidad de vuestro ser.
—Cerrad los ojos y percibiréis una llama que arde en vosotros, que asciende desde mi esencia, desde lo más profundo de esta tierra, su núcleo, que sube por vuestra columna alumbrándoos en la oscuridad de vuestras noches. Una llama que crece día a día a través de las edades y que hoy a vosotros, a todos mis pequeños, está permitiendo que os sintáis más y más unidos, no sólo unos hermanos con otros, sino con todos mis hijos. Sí, con los que llamáis animales irracionales, con los árboles y demás plantas que pueblan este planeta, con los minerales que creéis inertes y con aquellos seres aún invisibles a vuestros ojos.
—Todo está vivo en mí, y está llegando el momento en que yo también despierto de mi ensueño.
—Un amanecer nuevo, una nueva era comienza y aunque algunas heridas tengo en mi cuerpo, nada podrá impedir que éste crezca. Vosotros me ayudaréis a sanarlas al igual que yo ayudo a sanar las vuestras.Un breve silencio colmó el lugar y la Voz femenina continuó:
—No os dejéis llevar por el desaliento quedándoos sólo con el acontecer superficial ya que es necesario que se produzcan algunos cambios, pero nada que os haga pensar que la vida aquí desaparecerá. Haced oídos sordos a quienes anuncian un final apocalíptico, pues éstos solamente viven y sienten bajo el antiguo sistema del temor… Un sistema que tiene el tiempo contado.
—Mi llama arde cada vez con más poder, está ascendiendo y me elevará a mí con todas mis criaturas. Yo os protejo, pero ya es llegado el momento en que seáis dueños de vuestro propio destino. Aunque sigáis viviendo en el seno materno conoceréis que la vida trasciende los límites de mi cuerpo.
—Desde hace millones de años mis “hermanas” y yo intercambiamos la vida que nos habita, que somos, al igual que en vosotros vuestras células se intercambian de unos a otros. Nada habéis de temer, pues lo iréis experimentando según vuestra capacidad de entendimiento.
—Todo en el universo es comunión, no hay nada que viva aislado, esto sólo es producto del estado mental en que os sumisteis y del que estáis, estamos, emergiendo.
—Estamos ahora viviendo en una comunión cada vez mayor.
—Así, como tenéis una Madre y un Padre que se manifiesta ante y en vosotros, hay un modelo de Hija-Hijo, un ideal que está grabado a fuego en vosotros y que se manifiesta a través de las edades. Según crecéis, maduráis, le sentís cada vez más próximo, está en vuestros genes. La presencia de mi Hijo manifestada hace dos mil años volverá a vosotros para que crezcáis con Él y en Él en una nueva conciencia más incluyente, más amorosa y comprensiva de la Vida. Su presencia es sentida en el corazón de muchos de vosotros y cada día lo será aún más. Su comunión es vivida y conocida en quienes mi llama asciende y ha ascendido hasta fundirse en ellos con el Cielo.
—No veáis a mi Hijo independiente de vosotros, ajeno a vuestras vidas, como un ser lejano e inalcanzable. No penséis que Él sólo vendrá desde el exterior, olvidad esa visión infantil. Le contemplaréis en vosotros y os mostrará un rostro sin igual, un semblante que señalará el primer paso del siguiente peldaño de la humanidad donde se funden el día y la noche. Un rostro que será el vuestro y que… no olvidaréis.
—Mi Hijo sois todos.
—El Cielo y la Tierra se unen cada día un poco más.
—Yo, vuestra Madre, estoy en vosotros al igual que vuestro Padre lo está.
—Mis pequeños… ¡Ascended conmigo!
—¡Soy el Amor!Y la Voz cesó.

Una fina lluvia empezó a deslizarse sobre nuestros cuerpos, sentimos su frescura penetrando como un bálsamo nuestras almas. El cielo no distingue y a todos nos impregna por igual con su savia.
Nos miramos y salimos de la Torre Magdala caminando sin prisas, empapados de Vida. Un rosal lucía sus mejores galas, sus flores con sus pétalos escarlatas al igual que llamas vivas destacaban en el jardín, recordándonos que aún hay mucho trabajo por hacer hasta que la llama de la Vida se instale en todos los corazones.

14- El Santo Grial

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

14- El Santo Grial
 
Alcanzamos Madaba, cerca de Ammán, ya anochecido. A la mañana siguiente Jeshua nos ofreció, con su característica sonrisa, unos billetes de avión.
—No hagáis preguntas —nos dijo—, si los aceptáis son vuestros.Nos miramos y asentimos. Meryem los tomó y vio su destino: Paris. Me los pasó, me fijé en la fecha y horario y la salida era… ¡en dos horas!
No nos quedaba mucho tiempo.
—No os preocupéis —nos recalcó—, ya está todo solucionado, un taxi os espera en la puerta del hotel.En cuestión de segundos recogimos las pocas pertenencias que poseíamos. Nos despedimos de Jeshua con un fuerte abrazo y el corazón acelerado con un… ¡Hasta pronto!En pocos minutos embarcamos en un avión de las Aerolíneas Jordanas…

A la llegada al aeropuerto de Orly un hombre, junto a la salida de pasajeros, destacaba con un cartel con nuestros nombres. Nada nos indicó Jeshua sobre él. Nos aproximamos y él al vernos nos saludó, parecía reconocernos.
—Quizás Jeshua le dio nuestra descripción, ―me comentó Meryem.
—Posiblemente —le contesté.
—¡Hola! —nos saludó—, Jeshua me pidió que os recogiera en el aeropuerto y os entregara un sobre. ¡Tomad!No nos dijo su nombre. Vestía con un traje negro impecable, en la solapa destacaba una insignia con una rosa roja. Todo en él era… intachable.
Nos acompañó hasta el aparcamiento proporcionándonos las llaves de un coche.
—Abrid el sobre y sabréis hacia donde os dirigiréis —nos dijo el enigmático anfitrión.
Sin más se despidió.
Le agradecimos lo que hacía por nosotros e inmediatamente nos introdujimos en el vehículo.
Unos segundos de silencio y un sobre que encerraba nuestro próximo destino nos quemaba en las manos. Así pues, sin dudar más Meryem le abrió, dentro un mapa y un nombre: Rennes-le-Château.

Nos esperaba una larga jornada en carretera hasta alcanzar el sudeste francés.
Llegamos a Carcassonne al atardecer. Paseamos por sus viejas murallas llenas de historia, una triste historia que algunos desean que permanezca en el olvido. Y sin embargo, anclada en el subconsciente resurge una vez más para cerrar viejas heridas que no acaban de cicatrizar.

Recordaba la historia vivida en estas tierras tiempo atrás…

Los cátaros no aceptaban la autoridad de reyes, obispos, ni del Papa. Vivían en la austeridad y entregados por completo con sus semejantes rechazando los bienes materiales, se ganaban el pan con su sudor al contrario de los sacerdotes católicos de la época. Para ellos, hombres y mujeres eran iguales en todo. Todo un peligro para un cristianismo venido de Roma que esclavizaba a los pueblos y discriminaba cuando no negaba a la mujer. Rechazaban la violencia, y en una Europa hastiada de ésta y del autoritarismo sus adeptos fueron creciendo convirtiéndose en un peligro real para el “orden” establecido.
El enfrentamiento con la iglesia de la época debido a las profundas diferencias entre ella y los cátaros hizo que estos últimos fueran exterminados, masacrados, en nombre de un cristianismo que nada tenía que ver con el mensaje de Jesús de Amor y Verdad y sí mucho con el poder terrenal…

Amanecía en Carcassonne, la primavera se sentía en todo su esplendor y el nuevo día prometía ser cuanto menos singular.
Salimos hacia Rennes-le-Château temprano, poco más de media hora de carretera y la colina en que se asienta este pequeño pueblo se abría ante nosotros. Un enclave privilegiado para contemplar un hermoso panorama con las altas montañas pirenaicas al Sur.
Llegamos a la cumbre del monte y paseamos por sus calles llegando a la iglesia consagrada a María Magdalena que tanta controversia genera hoy en día. Pero mejor que las leyendas… impregnarnos del lugar. Después de observarla con detenimiento nos sentamos en un banco, pues el silencio que reinaba nos invitaba al recogimiento.

Una suave música comenzamos a percibir. Meryem y yo, de pronto, nos encontramos en un lugar diferente y atemporal. Ante nosotros una potente luz que nos deslumbraba sin dañar se fue acercando hasta cubrirnos por completo y una Voz nos habló:

—Yo soy la Luz y vosotros el Cáliz.
—Estoy en vosotros como vosotros estáis en Mí. Somos un solo Ser, como fue, es y será por la eternidad.
—La Sangre Real es hoy la Luz que ilumina los corazones y las mentes de quienes buscan la Verdad.
—Mi linaje se perpetua en aquellos que aman y mi Luz os guiará en todos los pasos que deis. Nada debéis de temer pues la oscuridad nada es, su realidad sólo vive en las almas cubiertas con corazas, las cuales están cayendo por momentos y quedando desnudas ante sí mismas.
—Estoy en cada uno y todos los seres. Escuchaos y me oiréis.
—Amo por igual a ricos y pobres; a los que me adoran y me niegan; a quienes me conocen y repudian; a quienes me aman y me odian.
—Poco a poco me encontraréis en vuestro interior, pues no hay uno solo de vosotros que no anhele la liberación y cuando llame a mi puerta se dará cuenta que siempre estuvo abierta para él.
—Mi Hijo pródigo volverá a su Hogar cuando así lo desee. Cuando comprenda que el mundo ilusorio ya no le satisfaga sus deseos, entonces las palabras: “Yo Soy la Verdad, el Camino y la Vida” resonaran en su mente y en su corazón. Un hermano suyo guiará sus primeros pasos como el padre guía las de su pequeño hijo para después dejarle que él elija su camino: senda de iluminación y liberación.

—Y mi Luz les colmará como hoy es una realidad en vosotros.
—Y recordad siempre que el Amor consiste en DAR, pues sólo el que da puede recibir. Dad, compartid mi Luz y ésta se multiplicará y entonces conoceréis. Y aquello que pidiereis de corazón, lo recibiréis.
—Así, este mundo se elevará a sí mismo cuando la rosa esté a punto de abrirse. Seguid regándola y dándole vuestra Luz, entonces la trasplantaré a mi jardín y a vosotros con ella. Aún hay tiempo.La Luz no se fue de nosotros, se hizo una con nosotros. Nos miramos y comprendimos el misterio del Santo Grial, el Cáliz Sagrado.
El Grial buscado desde hace siglos. ¡Cuántos lo buscan y que pocos lo encuentran!

La Voz enmudeció y nos encontramos otra vez sentados. La iglesia se había llenado de feligreses y curiosos, cada uno buscando posiblemente su propio camino de regreso al Hogar.

Salimos y contemplamos en la lejanía cómo las nieves perpetuas cubrían las más altas montañas reflejando el Sol de la mañana.

13- La comunión

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

13- La Comunión


Tras el paso por el estrecho desfiladero, ante nosotros, imponente, como salido de un cuento: la fachada de Al-Khazneh, el Tesoro de Petra. Percibimos el sendero como el de la estrecha franja que separa la vida de la Vida. Y ahora sentíamos al entrar en Al-Khazneh, en su sala funeraria, como si algo de nosotros se fuera desprendiendo, una vieja piel ya inservible, aquella que cumplió el propósito para la que fue concebida: llevarnos hasta este punto de no retorno. Salimos de ella más que impresionados.

Seguimos caminando por el valle y esculpidas en las paredes cientos de tumbas nos encontramos a nuestro paso, a la vez que las ruinas de las civilizaciones que la fueron habitando a través del tiempo hasta que la ciudad cayó en el olvido.

Tras un ligero descanso, al final de la vía romana contemplando este maravilloso enclave, frente a nosotros se abría un camino con cientos de escalones ascendentes que nos llevan a Ad-Deir, el Monasterio, una subida que Jeshua nos propuso sin vacilar.

Aunque el calor apretaba, un ligero viento nos hacía compañía.
Jeshua no dejaba de decirnos que merecía la pena la ascensión. Así pues, comenzamos a subir, no sin antes respirar consciente y profundamente llenando nuestros pulmones del aire sano del lugar. Más de un alto tuvimos que hacer en el camino, eran muchos peldaños estando algunos muy desgastados y resbaladizos que nos dieron más de un pequeño susto. Sus palabras no dejaban de alentarnos, Jeshua conocía bien el lugar al que íbamos.
—Unos pocos peldaños más y ya llegamos ―nos decía él sin dejar de sonreír.

—Sí —le contestó Meryem—, pero esto parece que no acaba nunca.

Y los tres nos reímos a carcajadas.

Ante nosotros una extensa planicie y a su derecha la deslumbrante fachada del Monasterio, inmensa y aún más según nos acercábamos a ella, parecía que dentro íbamos a encontrar algo similar al interior de una catedral; sin embargo no fue así, sino que la sencillez más absoluta nos sorprendió, sólo había una cámara con sus paredes desnudas y lisas, desproporcionadamente pequeña ante la grandeza de su fachada. Quizás un lugar de culto iniciático o tumba de algún rey, fuera como fuese sin igual en el mundo conocido.

Más majestuoso que los monumentos erigidos en Petra era la contemplación de la ciudad, la eterna ciudad de tonos rosáceos, y las montañas desérticas desde este incomparable lugar.

El Sol lucía esplendoroso. Decidimos permanecer unos minutos refugiados dentro del Monasterio y, ante nuestro asombro escuchamos la voz del Maestro.

—¡Bienvenidos!
Los tres nos volvimos siguiendo la dirección del sonido y ahí se encontraba Él, a nuestra espalda. Juntó sus manos y se las acercó a su pecho bajando un poco su rostro, respondimos del mismo modo. El lugar, nuestros espíritus, se impregnaron de una inenarrable sensación de paz. Él, parecía tener un aspecto diferente a como le solíamos ver en otras ocasiones. Si sublime era su figura, en este momento lo era aún más. El resplandor que emanaba de su Ser iluminaba la estancia.
Salió del recinto y salimos tras sus pasos.

Una espesa neblina comenzó a cubrir la planicie hasta alcanzarnos por completo, miríadas de luces como estrellitas se entremezclaron con ésta y una multitud de gente surgida de ellas se congregó en torno a Él.
La niebla desapareció.

El Maestro se sentó en el suelo, juntó sus manos a la altura de la cintura y las enlazó, cerró sus ojos, nos invitó a todos a hacer lo mismo y así lo hicimos.

—Como habéis visto —comenzó a decirnos—, estáis en un lugar singular con una historia que se remonta a siglos donde diversas civilizaciones han dejado su huella.
—Habéis comprobado cómo los recintos funerarios están por doquier, cómo la muerte está muy arraigada en ésta y en el resto de las culturas humanas.
—Mas al igual que en otros lugares, aquí algunos supieron comprender que existe un camino que trasciende esa etapa necesaria en la vida. Y comenzaron a labrar en la piedra, escalón a escalón, los cientos de ellos que llevan a esta planicie, desde donde percibieron con más claridad el mundo que les rodeaba y donde construyeron este Monasterio o Templo en el que reposaban antes de dejar el último vestigio de su mortalidad, viviendo la trascendencia no para alejarse del mundo sino para ser uno con él.
—No se convertían en dioses, sino que su conciencia abarcaba según subían peldaño a peldaño un poco más de su infinitud, hasta comprender, sentir y ser Uno con la Vida.
—¡Eternos! ¡Vivos! Porque vieron cómo atrás fueron dejando los cascarones que les sirvieron en cada paso, en cada encarnación. Comprendieron y supieron quienes fueron. El objetivo de cada paso dado, tanto en el valle como en la ascensión, como nuevamente en el descenso al valle aquellos que así lo decidieron.
—Dios convirtiéndose en ser humano, éste ascendiendo; Dios contemplándole y descendiendo hasta encontrarse originándose la fusión, la unión. El encuentro deseado de Dios consigo mismo en el ser humano. El encuentro deseado del Hijo-Hija con Dios: La Comunión.
—Hace dos mil años a través de Jeshua trasmití este conocimiento a vuestra civilización, como anteriormente lo hice con otras y seguiré haciéndolo, una y otra vez más.
—Y paso a paso por el valle, peldaño a peldaño, vais ascendiendo, teniendo al principio pequeños encuentros conmigo de acuerdo a vuestra comprensión y Amor hasta que en la cumbre de este mundo vivimos una mayor Comunión. Pero esto no es más que el principio de lo que nuestro Padre anhela para vosotros.
—Vosotros vivís en Mí como Yo en el Padre y Él en Vosotros. En Comunión.Dichas estas palabras se levantó y con el mismo gesto con el que llegó se despidió de todos nosotros.

La niebla volvió a envolvernos y quienes se encontraban con nosotros volvieron a transformarse en pequeñas luminarias desapareciendo al poco con la niebla, quedándonos los tres solos ante el bello paisaje de un atardecer en la antigua ciudad de Petra.

Al igual que Petra, los cuerpos de barro continúan siendo moldeados por las manos del Alfarero.

12- La paz interior

Escrito II
EL CONOCIMIENTO


12- La paz interior

Jeshua nos sugirió adentrarnos en tierras jordanas…
Llegamos los tres a Petra, escondida en el corazón de los montes de Shara en el desierto jordano, tras largas horas de viaje en autobús. Al bajar decidimos adentrarnos andando por el largo desfiladero que nos lleva al alma de una ciudad roja excavada y esculpida en la piedra.

—Estas ruinas ―Meryem nos señaló― nos recuerdan una vez más que estamos de paso en este mundo y cuánto hemos de aprender de nuestra historia, de nuestros errores y aciertos.

—Vamos asentándonos poco a poco ―expuse―, unas veces sobre nuestras ruinas, otras construyendo donde antes no había nada. Creciendo y madurando como seres humanos pasamos de una etapa de la vida a otra, unas veces casi sin darnos cuenta y otras a regañadientes, mas nuestro porvenir no se detiene por ello.

—El cuerpo —prosiguió Jeshua— que fue polvo en la Tierra resurge una y otra vez como el ave fénix, dándonos siempre una nueva oportunidad de madurar aprendiendo y creciendo en un mundo lleno de experiencias que nos van enriqueciendo.
—Y aprender es también perdonarse a sí mismo. Reconocer que no somos perfectos y por lo tanto sujetos a las consecuencias de la imperfección, pero no por ello hemos de flagelarnos y vivir el resto de nuestra vida como si ya el presente y el destino, el futuro, fuera algo inevitable, destructor y amargo.
—El Creador nos habla en el silencio. Él de antemano ya “nos ha perdonado”, aún antes de materializar aquello que nuestra mente nos sugiere que hagamos en contra del Amor como consecuencia de nuestra ignorancia. Reconozcamos sinceramente que no siempre seguimos el camino que nos hemos trazado, que a veces entramos en bifurcaciones que nos llevan a laberintos y callejones sin aparente salida. Mas… siempre hay una salida, es pensar, sentir y actuar con humildad.
—Debemos dejar de vivir construyendo máscaras, colocando una sobre la otra, tantas que ya no reconocemos quién se encuentra al fondo. Y al fondo siempre estarás, estás tú, estoy yo: un ser humano que simplemente vivió su propio destino en libertad… siempre.
—No hay un camino trazado de antemano por nadie, salvo por ti mismo. Tú, yo, nosotros, elegimos nuestro destino y desde luego el que elegimos aún antes de nacer era y es de Amor y Felicidad, y nada impedirá que le vivamos en plenitud. Tenemos todo el tiempo del mundo para comprenderlo y cuando así lo hagamos nos veremos como realmente somos. Habremos despertado de una pesadilla, de un mal sueño y la realidad se abrirá ante nosotros tal cual es.
—Ni siquiera es necesario que nadie nos guíe, en ti, en mí, tenemos al mejor guía que podamos desear, pues estamos hechos de la misma esencia del Sol y de la esencia de la Vida. Somos Espíritu encarnado en nuestra propia creación. Todos somos Dios, nada hay fuera de Él, fuera de ti, fuera de mí, ya que nuestro Espíritu abarca lo creado y lo aún por crear, la plenitud y el vacío. Puedes reconocerte como, no un dios, sino Dios, o negarte el tiempo que desees. Puedes seguir viviendo en el viejo mundo que palidece ante su próxima muerte, o pensar, sentir y actuar como si el nuevo mundo ya estuviera aquí. Porque, y aún os digo más: ¡ya está aquí!
—Únicamente hemos de vivir sin máscaras. Reconocernos tal cual somos y reconciliarnos con nosotros mismos y con la Vida, con quienes nos rodean y logrando que nuestra Voluntad se funda cada vez más con el Amor.
—Quienes sientan como tú nada te tendrán que perdonar, pues saben que el perdón nos lo hemos de dar a nosotros mismos, y vivir en paz, la paz del que se sabe realmente liberado, sin ataduras de ningún tipo.
—Quienes siguen aún los dictados del viejo mundo, no te creerán. Intentarán confundirte y confundir a los demás con malas artes, querrán que juegues a su propio juego que nunca les sacia y no les deja vivir en paz. Pues emprendieron una guerra en realidad contra sí mismos, no contra los demás. Hasta que en un instante de humildad deseen acabar con tan desastrosa situación, entonces y sólo entonces, con este pensamiento, toda su vida cambiará, han pasado el puente que les conduce a sí mismos y al otro.
—Ninguno nacimos instruidos, nos vamos creando como el aprendiz trabaja el barro hasta que consigue darle a la pieza la forma que desea, con esfuerzo, paciencia y constancia. Cada vez él se identifica más con ella y fruto de su experiencia alcanza la maestría, se convierte en alfarero y nuevamente crea formas más bellas y sublimes, de tal modo que se funde con aquella que para él es el súmmum de la belleza.
—Tomémonos el tiempo que queramos para conseguirlo, eso sí, con mucha Voluntad y Amor.

Y con estas últimas palabras resonando en las paredes del desfiladero se abre ante nosotros la majestuosa ciudad escondida de Petra.

La paz se respira en el lugar y en nuestros corazones.

Por medio de la etiqueta "Al Encuentro con El Maestro" podéis enlazar con anteriores entradas de los Escritos.

Ángel Khulman

11 - La resurrección

Escrito II
EL CONOCIMIENTO


11 - La resurrección

 
Nos trasladamos al jardín, un olivo centenario situado en su centro ensalzaba el lugar. Jeshua nos invitó a sentarnos en un viejo banco de piedra. Salió, después de unos minutos volvió con tres vasos de té con hierbabuena, nos los ofreció sentándose frente a nosotros.

—Ahora —comenzó a hablarnos Jeshua—, primera luna llena de la primavera, mi mente se traslada a un tiempo pasado, hace casi dos mil años. Eran días difíciles, pues mis palabras que aun habiendo llegado al fondo de los corazones de algunos fueron tergiversadas, mal interpretadas e incomprendidas por otros. Mi mensaje era claro y sencillo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
—Aquel que dice que ama a su hermano no debe utilizar la vieja ley del ojo por ojo y diente por diente. Si realmente desea encontrar la paz en su corazón, sus palabras han de ser de paz y más importante: sus obras. Así, si desea compartir esa paz y ayudar a acabar con la verdadera injusticia, sus medios han de ser justos.
—Un manzano sano da frutas sanas, tomad de ese árbol. Muchos serán quienes llegarán en el futuro hablando de amor y paz, sus palabras debéis examinarlas con sumo cuidado, pues vendrán lobos vestidos de corderos intentando confundiros. Manipularán la Verdad. Vosotros sólo habladles de Amor, del Amor que une y que vuestras obras sean un fiel reflejo de vuestro Espíritu. A pesar de ello habrá quienes os calumnien, abominen, traicionen e intenten destruiros en nombre de la Verdad y la Libertad.
—Al igual que yo, moriréis, pues de aquellos que os dicen amar uno os traicionará. Creerá en su ceguera hacer un bien a la humanidad liberándola de falsos profetas que según él, sólo les llevan al aborregamiento, a la prisión de la mente. En su interior, aún asaltándole la duda, tomará la daga que ejecute el homicidio. Mas no sabe que ya está escrita en el libro de la Vida su traición. Que nada escapa al Creador, pues Él viendo en su libre albedrío su debilidad, contempla en su mente la traición y os avisa y aun así sé que le amáis puesto que el odio y el rencor no tienen cabida en vuestros corazones.
—Nada temáis, pues volveréis a la Vida con una fuerza que no es de este viejo mundo, la fuerza que mueve y sostiene el firmamento: el Amor.

Nos miró fijamente y continuó:

—Y recordad que nuestro Padre nos regaló la Eternidad. La muerte no es más que un paso hacia la verdadera Vida; poned el énfasis sobre la Vida y no sobre la muerte, ésta pertenece a los que fomentan el temor en sus múltiples facetas.
—La muerte separa el cuerpo en los elementos básicos de la Vida, no obstante, no es más que un proceso necesario para que toméis un cuerpo que siendo dignos de él, ésta ya no tenga poder sobre vosotros. Estaréis unidos para siempre a la Vida, seréis un solo Ser, un solo Espíritu. Un día, todos pasarán por el mismo proceso, pero aún muchas muertes físicas y sobre todo mentales han de ocurrir.
—El miedo, el temor, han de ceder su lugar al Amor.

Así es, así será.

10 - Los Maestros

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

10- Los Maestros

Entramos a la caída de la tarde en Damasco. Al salir de la estación de autobuses nos adentramos por unas callejuelas cercanas, más bien parecía un laberinto del que no sé si yendo solo podría salir de él.
Al situarnos frente a una casa me llamó la atención su entrada: una puerta de madera antigua con clavos desgastados ―pintados de azul turquesa― y rodeada por un marco de piedra con el puente arqueado.
—¡Ya hemos llegado! —exclamó Meryem—. Mi corazón se aceleraba por momentos, algo me decía que tras la puerta nuestras vidas darían un giro.

La puerta se encontraba abierta. Un patio empedrado en los que los pilares, que sostenían una planta superior, estaban rodeados por rosales trepadores espléndidamente florecidos. Su perfume embriagaba el lugar de una extraña sensación de paz.
Atravesamos el patio entrando a una estancia donde sentado se hallaba un hombre de edad mediana haciendo anotaciones sobre un libro.
Él debe ser el profesor de historia —pensé.
Se levantó al escuchar nuestros pasos. Nos saludó.
—¡Hola, Meryem! ¡Hola, Juan! ¡Bienvenidos a mi casa!
—¡Hola, Jeshua! —contestó ella.
—¡Hola Jeshua! —dije yo.

Al mirarle cara a cara, me percaté de su sonrisa, una sonrisa que me era muy familiar.
Meryem se percató de mis pensamientos y me dijo:
—Tu intuición es correcta, es el maestro Jesús, Hoy, él al igual que tú y yo, tenemos diferentes cuerpos, diferentes apariencias, oficios y costumbres.

—No me consideres tu maestro —dijo Jeshua—, ni siquiera Jeshua es mi nombre actual, como tampoco los que tenéis son los vuestros. No soy tu maestro, somos hermanos y discípulos del Maestro, el Maestro de maestros.
—Hemos llegado hasta aquí no porque seamos especiales, ni hijos predilectos del Padre, Él ama a todos por igual, simplemente hemos dado un paso más en el camino del Amor, el camino de regreso al Hogar.
—El Padre está en cada uno de sus Hijos. La única diferencia reside en el nivel de conciencia, en la capacidad de Amar que cada uno hemos adquirido a través de las edades y de la experiencia vivida, más la Voluntad que ponemos en ello. Y, no hay que olvidar que somos libres de escribir nuestro destino. Tenemos un don: el libre albedrío.
—Nosotros, tomamos en un punto del camino la determinación de no mirar atrás, poner al otro por delante de nosotros…, que la Voluntad del Padre y la nuestra sea Una.
—Mi mensaje, nuestro mensaje, de hace dos mil años es hoy el mismo: “Amarás al prójimo como a ti mismo por encima de todo tipo de separatividad”.—Hoy hay que romper las barreras mentales que se han construido a lo largo de este tiempo. Volver a la esencia de nuestro mensaje: la Paternidad, la Hermandad y la Eternidad. Y estos son los motivos que han hecho que hoy, nosotros y algunos más, nos volvamos a encontrar aquí.
—Que nadie nos busque pues no nos encontrarán, pasamos desapercibidos ya que en nada nos diferenciamos del común de los mortales. Estamos en todos los estamentos de la sociedad, horadándola donde hay que hacerlo, desde dentro; aquella que se va adaptando a la nueva situación que se está creando permanecerá, la que no, ella sola irá desapareciendo.
—No hemos venido como representantes de malos augurios. Quitad el temor de vuestras mentes, éste sólo reside en los que se aferran al pasado, mental y sentimentalmente, y creen que sólo las posesiones materiales son lo importante.
—Nuestro Padre nos da aquello que necesitemos sin necesidad de pedírselo. Y desde luego, lo conseguido a costa del sufrimiento ajeno será arrebatado, pero no por una mal llamada “justicia divina”, pues Él nos ama a todos por igual, sino porque en lo más profundo de nuestro Ser sabemos qué es justo y qué no lo es, por lo que nosotros mismos nos estamos juzgando, condenando y perdonando.
—Él, sólo sabe Amar y cuando así lo deseemos haremos como Él: poner nuestra Voluntad al servicio del otro. No es tan difícil, amplía tu capacidad de conciencia, mira a los ojos al otro; a tu hija, hijo, quizás te resulte fácil; a tu vecino quizás también; ve dando pasos según vas aumentando el tamaño de tu “corazón”, de tu Alma y acabarás amando a aquellos que un día te hicieron daño, a los que hoy te lo hacen y aún a los que te lo harán. No olvides que ellos son los maestros que te señalan tus imperfecciones como tú señalas las de otros. Son tus hermanos como lo somos nosotros, ninguno por encima de nadie y ninguno por debajo de nadie.
—No adores más que al Dios que mora en ti y al Dios en el que vives, los demás somos simplemente… sus hijas e hijos, donde no hay segundos porque somos todos el primero, el Único Hija e Hijo del Creador.

El silencio se hizo presente y el perfume de las rosas entró por las ventanas inundándonos con su Amor. El Amor que reside en toda la Creación y que únicamente sabe compartir su Esencia, su Alma, su Espíritu. El Espíritu que compartimos con El Que Viene y al que estamos preparando su Morada.

9- Nacimos sin nacimiento


Escrito II

EL CONOCIMIENTO


9- Nacimos sin nacimiento



Meryem y yo nos miramos sabiendo que una nueva etapa emprendíamos en nuestras vidas después de escuchar las palabras reveladoras del Maestro: “La comunión con el Espíritu que siempre habéis sido, sois y seréis, ha hecho posible que los caminos se encuentren una vez más”.
—Voy a Nazaret —le manifesté.
—Donde vayas tú —me contestó—, si quieres, voy yo.
—Donde vas tú, si quieres, voy yo —repliqué.
—¡Vamos! —confirmamos.

Esta vez no fue Él quien se fue, nos abrazó, seguidamente Meryem y yo subimos al viejo auto. Sonrió y nos alejamos del lugar rumbo a nuestro destino aún por vivir.

Durante unos minutos ninguna palabra surgía, los dos pensábamos, sentíamos; experimentábamos sensaciones nunca vividas.
Rompimos el silencio a la vez:
—¿Sabes…? y unas carcajadas llenaron el espacio.
Sabíamos, ciertamente sabíamos.

—Continúa —dije.
—Te respondí que soy palestina y así es, aunque me siento ciudadana del mundo. Profesé durante años la religión de mis padres. Ellos secundan la tradición, encontraron las respuestas a sus preguntas. Yo, en cambio, sigo la búsqueda.
—Desde niña he sentido en mi interior un fuerte deseo por ir más allá de la superficialidad, de profundizar y encontrar la Verdad escondida. Y ésta, poco a poco, se va revelando. Me ha llevado a madurar, a creer en una religión sin nombre ni etiquetas, incluyente y viva, en la que crezco día a día.
—Mi religión es la Vida, es Amar. Tan simple o complicada como quiera vivirla.

Sus palabras las hacía mías y así se lo expresé:
—Pienso y siento como tú, me costó mucho esfuerzo comprender. Desde niño sentía que una fuerza interior me estimulaba. Nada de lo que veía a mi alrededor satisfacía mi ansia de saber; de concebir por qué tanto sufrimiento, ¿era necesario? El por qué y para qué estamos aquí. Y encontré algunas respuestas.

—Tengo muchos maestros —continué—que me van señalando el camino. Maestros en mi madre, mi padre, mis hermanos; en cada persona con la que me encuentro a lo largo de mi vida, en la naturaleza que me rodea; en los sucesos cotidianos. Todos ellos me enseñan a conocerme. Si alguno me irrita, acabo agradeciéndoselo, pues así comprendo cuales son mis puntos débiles, mi “enfermedad”, que debo esforzarme en sanar. Intentando comprender a los demás, me conozco más a mí mismo y conociéndome conozco a los demás.
—Las respuestas son sencillas y como bien dices también se resumen en una palabra: Amar.
—Amar se vive, se experimenta continuamente, sin fin.

—Y Amar —dijo Meryem— no es una palabra, es el generador de la Vida, la fuerza de la gravedad que nos une y sostiene; es el impulso que hace que las galaxias, estrellas y planetas nazcan; hace que tú y yo nos encontremos una y otra vez a lo largo del tiempo y el espacio.
—Nacimos sin nacimiento, vibramos al unísono siempre y sin embargo nos alejamos, pero sólo aparentemente, para volvernos a encontrar. Y en cada encuentro nos sentimos más y más unidos y al unirnos generamos Vida.

Nos dimos la mano y seguimos en silencio hasta llegar a Nazaret.

Llegamos al taller y me despedí del viejo auto, con un… ¡perfecto para viajar al desierto! ¡Gracias viejo amigo!
—¡Hasta siempre! —me acompañó con su dulce voz Meryem.

—Quiero que conozcas a una persona —me indicó—, es mi profesor de historia, vive en Damasco.
¿Por qué no? —pensé.
—¡Vamos!

8- El puente

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

8- El puente

A la caída del Sol caminé hacia el viejo puente de madera sobre el río Jordán. Andaba abstraído por lo acaecido unas horas antes, nunca dejaba de sorprenderme por los acontecimientos de cada jornada. Cada nuevo día era imprevisible, aprendí a vivirlos sin tener una preocupación por lo que vendría después. El mañana dependía de hoy.

Crucé el puente y tras unos minutos andando me encontré con… ¡el viejo auto! No muy lejos se encontraba un olivo como en el que había reposado.

¡No puede ser! —me dije—. ¡El olivo puede ser otro… pero el auto no! ¡No había dos iguales! Me fijé en la matrícula y… ¡era la misma! Acabé sentándome desconcertado otra vez junto al olivo.

Después de unos minutos de elucubraciones me di por vencido, decididamente no había cruzado el puente, no encontraba otra explicación.

Cuando mi mente se quedó ya en calma se acercó una mujer preguntándome por el camino para llegar al puente, su rostro me resultaba familiar. Sus ojos, su mirada, me recordaban… pero no podía ser.

Le señalé el camino.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté.
—Meryem —me respondió—, soy palestina.
Sonrió.

Era ella sin duda, sus ojos lo confirmaban.

Evidentemente nada le podía manifestar de lo que pensaba, aunque no hizo falta.

—Tú has cruzado el puente —me dijo—, aún así estás en la misma orilla. El Maestro te señaló el puente porque buscabas una tierra diferente donde situar su Reino. Así pues, dejó que lo comprobaras. Y ya te has dado cuenta que el Reino de Dios no se encuentra en un lugar al otro lado de ninguna parte, sino que es un cambio, una expansión de conciencia, un despertar de un sueño en el que estabas sumergido; estás en el mismo lugar del que partiste pero ahora Despierto.

¡Te has sanado de tu propia enfermedad! —una voz masculina exclamó.

Me di la vuelta y ahí estaba el Maestro, mirándonos.

—La comunión —continuó— con el Espíritu que siempre habéis sido, sois y seréis, ha hecho posible que los caminos se encuentren una vez más.

—Hoy, este mundo es comparable a un cuerpo, donde conviven células sanas con otras enfermas. Enfermas de egoísmo que no responden al propósito de la conciencia que les habita, la que son en realidad. Los órganos enferman por falta de colaboración de sus células, entre sí, así como entre diferentes órganos. La energía de la Vida no circula libremente, es tristemente acumulada por unas en detrimento de otras produciendo el aislamiento, la carencia de energía y la consecuente muerte.

―Es necesario cambiar dicha situación, y la solución no vendrá de fuera, pues no existe tal lugar como no hay otro lado del puente. Son las células sanas que irradiando su propia energía señalan a las enfermas dónde mirar y, sólo han de buscar dentro de ellas mismas, en su núcleo, en su esencia, y descubrir quienes son, de este modo despertar del sueño del aislamiento.

—La Vida es Amor, compartir, colaborar, trabajar juntos en un propósito no ajeno a vosotros, a mí. Pues todos vosotros y yo somos los artífices de este gran Plan que llamáis Vida.

—Sólo el Amor traerá la Paz y la Armonía. Asimismo mi cuerpo, vuestro cuerpo, seguirá creciendo fuerte y sano. Su Luz irradiará con más fuerza y se propagará por el firmamento ―el Cuerpo―, del que sois, somos, un órgano vital.

—Mi Padre, vuestro Padre, os bendice.

—¡Id en Paz!

Permanecimos en silencio…

6 - La oportunidad

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

6 - la oportunidad

Ensimismado en mis pensamientos no me percaté de la presencia de un extraño junto al auto.

—El camino del Corazón… —escuché. Era la voz inconfundible del Maestro.
—¡Qué diferente sería todo si hiciéramos caso a aquello que nuestro corazón, nuestra alma, desea manifestarnos! ¡Qué testarudos somos y cuántas veces hacemos oídos sordos a su voz! Una voz que nos susurra en sueños, en la sonrisa de un niño, en la mirada de quien te encuentras en la calle, en el saludo de quien no te conoce; en quien con amor te dice: ¡cuidado! para que no sufras, y aún en la enfermedad y la muerte. La voz no deja de hablarnos nunca y a pesar de ello cada vez la escuchamos menos.
—Mi voz —continuó— clamó en el desierto: “¡Padre, ayúdame a comprender! ¡Guíame en la oscuridad de la noche! ¡Hazme un instrumento útil en la realización de tu Propósito! ¡Me faltan las fuerzas!”
—Llegué a sentirme hundido —aseveró—, abandonado, incapaz de poder cumplir con mi promesa. Mas su respuesta no llegaba. Vagué días sin alimento. Creí desfallecer por momentos, nada de lo aprendido parecía sacarme de esta inquietud. Sentí la muerte cercana…
—Pero mi Padre me necesitaba vacío y así me encontró. De Él, entonces, brotaron estas palabras: “Ahora ya estás preparado, limpio y puro. Puedes comenzar a compartir con tus hermanas y hermanos el Amor y la Sabiduría que habita en ti, que eres tú, que Soy Yo”.

—Es necesario que llegue la noche más oscura para poder apreciar con todo su poder la luz del alba que nos iluminará por siempre.
—Al igual que Él me envió en otro tiempo, junto con aquellos a quienes llamó y respondieron a su solicitud afirmativamente, hoy son miles quienes aceptan su llamamiento.
—La Voz ha de escucharse alta y clara en todas las lenguas y en cada rincón de la Tierra que nos acoge con amor, más allá de los límites estrechos de vuestras religiones, y dentro de cada una de ellas. No hay nada que abolir, simplemente transmutar vuestro ser, permitir a la Vida que crezca nuevamente en vosotros; convertiros en quienes realmente sois: Hijas e Hijos del Padre por derecho propio desde aún antes de la Creación.
—Es la respuesta de nuestro Padre a las súplicas de millones de sus Hijas e Hijos, de aquellos que se encuentran en la más absoluta soledad, cansados de sufrimiento y angustia, deseosos de vivir en paz. Pasó el tiempo de la niñez, mas estando aún en plena adolescencia, ya sois capaces de dar pasos por vosotros mismos como adultos.

—Hoy las vestiduras son diferentes. Buscadme, buscadnos en el compañero de trabajo; en la madre, el esposo; en el ateo, el creyente; el científico, el religioso; bajo todos los ropajes imaginables.
—¡Escuchadles!, pues Soy Yo quien habla a través de ellos.
—¡No les sigáis! Seguid únicamente la dirección de sus dedos que señalan a vuestro Corazón, a vuestra Alma, a vuestro Espíritu.

—Yo, el Maestro, ―a quien llamáis el Cristo de los cristianos, el Imán Madi de los musulmanes, Maitreya para los budistas, el Mesías para los judíos, Wanekía para el pueblo indio, el Amor para los amantes y la Sabiduría para los científicos―, estoy entre vosotros visible para los limpios de corazón.
—¡Escuchadles! ¡Por sus frutos les conoceréis! ¡No deis la espalda a la oportunidad que tenéis! ¡No dejéis que sus vestiduras se vuelvan negras por vuestra ceguera y ved en sus ojos limpios, los míos!
—Os pido que sigáis cada uno con vuestra vida. Hacedlo todo con amor. Situaos los últimos, aparentemente nada cambiará en el exterior, será en vuestro interior donde primero lo notaréis, lo demás lo tendréis por añadidura.
—¡Compartid! ¡Amad!
—No es tiempo de una fe superficial. Veréis y creeréis. El Cielo y la Tierra se han aliado para que así sea.

Escuchaba sin pestañear, su sola presencia era para mí todo un acontecimiento. Sin embargo su Ser emanaba simplicidad, convirtiéndole en el mejor amigo que uno pueda tener, con quien todo era confianza y naturalidad. No era amigo de ceremonias sino de abrazos espontáneos y de este modo se despidió de mí señalándome el valle del Jordán…

7 - El Espíritu del Hijo

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

7- El Espíritu del Hijo

El viejo auto y yo nos pusimos en marcha, atrás queda algo más que vivencias y recuerdos, queda todo lo que uno ha sido y es.

Largo ha sido el camino recorrido hasta aquí: escarpadas montañas, precipicios que te incitan a volar, valles llenos de vida que te piden alojarte en ellos y echar raíces. Sin embargo algo en lo más profundo de mi ser siempre me ha empujado a seguir avanzando, ningún lugar era el adecuado y así me lo decía: “Juan, hay que seguir adelante, aún no has llegado”.

Y ahora… voy camino del valle del Jordán. Presiento el encuentro tan anhelado, no por mero deseo sino la consecuencia de un destino escrito en el libro de la Vida. Sabiendo que no es más que el siguiente paso, el punto de encuentro entre lo infinito y lo finito, el eje en el espacio y el instante justo en medio de la eternidad.

No hay vuelta atrás, mi alma está vacía, ya todo está entregado a la Madre Tierra. Todo está decidido, la duda el viento se la llevó, ahora parto ligero de equipaje. La entrega a la voluntad del Padre ya es completa. Vacío de mí, simple mortal imperfecto; mas es así como me quiere, entregado a su causa, la causa del Amor.

Llegué junto al río Jordán. Un autocar repleto de turistas se alejaba del lugar. El Sol brillaba con todo su poder, un viejo olivo me sirvió de cobijo. Nadie parecía encontrarse cerca y decidí descansar un poco cerca del río que llevó las aguas que en otro tiempo al Maestro bañaron…

Me despertó una bandada de palomas blancas que revoloteando acabaron posándose en unos arbustos cercanos, parecían estar esperando a alguien.

Al poco tiempo, todas giraron la cabeza al unísono y yo junto a ellas, un extraño silencio se apoderó del lugar.

Sobre las aguas del Jordán una silueta iba tomando forma, mi corazón parecía estallar, era Él, su cuerpo brillando como mil soles, una aureola de luz tras otra le rodeaban. Se fue acercando hacia donde me encontraba. Las palomas comenzaron a revolotear sobre nuestras cabezas creando un ligero viento alrededor nuestro, partículas de polvo se levantaron hasta conseguir que no viera nada más allá de unos pocos metros.

Y ahí estaba frente a mí, su semblante no era el mismo, nunca le vi como en este momento. Era Él y no era Él, su rostro en un instante era joven y seguidamente se convertía en el de un anciano, todo giraba a mi alrededor hasta sentirme mareado…

Me vi en medio del firmamento, sin forma, aún así contemplé el más bello espectáculo que del Universo uno pueda imaginar, mas no sólo veía sino que sentía cómo formaba parte de Él. Y el Universo y yo éramos Uno. Miré y distinguí dos soles acercándose, una gran explosión se produjo, todo desapareció y de la nada fue surgiendo una niebla y de ésta una estrella recién nacida. Me sentí atraído hacia ella hasta fundirme en su incandescencia.

Todo lo sabía, todo lo sentía, era a la vez ínfimo y grandioso, mi mente todo lo abarcaba y supe que el Espíritu de Dios estaba en mí.

Sin saber cómo, me encontré de nuevo frente a Él, ahora su rostro era el de siempre y me sonrió. Me tomó las manos junto a las suyas y con sus dedos trazó en la izquierda un círculo que se oscureció hasta volverse negro y en la derecha dibujó otro circulo que brilló hasta volverse blanco. Con sus manos tomó las mías y las unió dentro de las suyas. Una paloma se posó sobre ellas, al momento una luz que brotó de ésta nos cubrió por completo, y mi cuerpo se hizo como el suyo, no era de carne y de sangre sino de Luz y mi espíritu era como el suyo y la Verdad nos habitó.

Él era yo y yo era Él.

Me soltó las manos, señalándome un puente sonrió desapareciendo ante mis ojos.

5- Agua Viva

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

5- Agua Viva


Salí del albergue San Gabriel, sin una clara idea sobre qué hacer en el día, cuando andando me encontré ante un taller de autos. Me llamó la atención un cartel sobre uno de ellos:

«Se alquila, perfecto para viajar al desierto».

Era un viejo Renault-11, su color gris estaba desgastado por los rayos solares, parecía un auto de camuflaje.

¿Por qué no? ―me dije.

Casi sin darme cuenta me encontré conduciendo, con un mapa de Cisjordania y sin rumbo fijo, por carreteras que parecían trasladarme a ninguna parte. No encontraba el interruptor del aire acondicionado. ¡No estaba! Recordaba el cartel: “Perfecto para el desierto”, desde luego lo era pero… ¡para sentir en todo el cuerpo su rigor!

Me detuve tras conducir un buen trecho. Al oriente divisé las fértiles tierras del Jordán; al Sur, más y más desierto. Decidí quedarme donde estaba por un buen rato disfrutando la belleza escondida de estas tierras. Recordé las que me vieron crecer. ¡Qué diferentes paisajes y con todo que parecidas las gentes que las habitan hoy!

Mi espíritu se sentía como un cactus sacado de su desierto natal ―donde lo que de verdad importa está en el interior, el agua viva, presto a compartirlo con quien lo necesite―, fundido con el paisaje que le rodea y llevado a otras tierras, de nieves cuasi perpetuas; trasplantado junto a pinos en un valle precioso, no obstante, regado con lágrimas, donde el odio y el rencor provocan lluvias torrenciales arrasando cuanto encuentran a su paso. ¡Si supiéramos reconducir nuestras bajas pasiones y ennoblecerlas! ¡Aprovechar cada gota de agua y compartirla! Lo tenemos todo y sin embargo cómo lo despreciamos.

Me sentía extraño entre extraños, acostumbrado como estaba a vivir cada instante como único, donde el valor está en el corazón y no en aquello que cada uno posee, pues bien sabía que la posesión era una mera ilusión.

Y paralelamente, en el Plan de nuestro Padre todo está previsto, nuestra libertad de elección no es un obstáculo, sino una consecuencia. Nuestros “errores” no son más que bifurcaciones del camino. Un camino que no está trazado de antemano, que no es rectilíneo y muerto, sino lleno de vida en una eterna e ilimitada espiral.

El camino del Corazón… El reencuentro con lo Sagrado hoy es posible, al igual que lo fue hace dos mil años. Ahora, en otra vuelta de la espiral, tenemos una nueva oportunidad para convertir el sufrimiento del alma en una rosa que abre sus pétalos para recibir los rayos del Sol.

4- El Destino

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

4- El Destino


Caminaba por los lugares de Nazaret en los que el Maestro, siglos atrás, dejó una huella imborrable, no en una piedra o en escritos, sino en los corazones de quienes vivieron junto a Él…

De sus años de infancia junto a sus padres y hermanos nada nos decía. Era María quien se deshacía en halagos por su hijo y Él se ruborizaba; nos hablaba de su timidez —siempre presto a ayudar a los mayores—; de sus primeros trabajos con José en el taller disfrutando siempre con todo lo que hacía.

—Se solía sentar —nos indicaba María— sobre una roca junto a la casa a observar a los demás niños en sus juegos, siempre acababa jugando ante mi insistencia. Pero lo que más le gustaba era, ya al atardecer, ver el ocaso del Sol y cómo las estrellas iban asomando en el cielo. ¿Hay niños en ellas?, solía preguntarme siendo muy pequeño. Yo me encogía de hombros, no sabía que contestarle, mas fue Él un día quien ante tal pregunta respondió diciendo: “Yo vengo de una estrella”. Le dije que no se lo expresara a nadie pues le acabarían apedreando en la plaza. Me respondió con una sonrisa.

—Así era Él ―continuó—, siempre enigmático, no obstante pura amabilidad. Siempre atento a las historias, que le contaba José mientras le ayudaba, sobre cómo llegaron a estas tierras nuestros antepasados; del esfuerzo de su pueblo por encontrar la Tierra Prometida por Dios. Él se quedaba embelesado y siempre quería saber más, su curiosidad no tenía límite…

—De este modo transcurría su infancia y adolescencia, hasta que un día nos explicó que debía ocuparse de otros asuntos. Yo creía que quería contraer matrimonio, pues ya estaba en edad de ello. Él me aclaró que los asuntos eran los referentes a su Padre. Yo estaba contenta, y así se lo manifesté, de que decidiera entonces dedicarse por completo a la carpintería. En aquel momento su semblante cambió y me dijo: “Debo dedicarme a los asuntos de mi Padre, el de todos”.

—Sabía de siempre de sus inquietudes espirituales. Le pregunté si pensaba dedicarse al sacerdocio, me contestó: “Los sacerdotes ya me enseñaron cuanto sabían y ahora debo de retirarme por un tiempo al desierto al encuentro con mi Padre, después volveré a compartir sus enseñanzas”.

—Un día, ya entrado el otoño, salió de casa camino al desierto, solo ―sus ojos se humedecían al recordarlo.

—Todo un hombre —nos decía— y sin embargo no dejaba de ser mi niño quien se alejaba; era su destino, José y yo debíamos respetarle y así lo hicimos.

Y aquí está Él ahora…, otra vez con los suyos y con algunos más a quienes nos considera y nos consideramos sus hermanos; disfrutando de la sencillez de un día como cualquier otro, y sin embargo, único e irrepetible.

3- La Madre

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

3- La Madre


Llegamos a Nazaret al mediodía. Desde que despertamos no articulamos palabra, aún nos encontrábamos bajo el influjo de lo visto y oído en la noche. El Maestro nos dejó descansar hasta bien amanecido el día, sabía que teníamos que digerir lo vivido en silencio. Y como siempre, dejó que las aguas volvieran a su cauce con calma.

Los ojos del Maestro exultaban vida y, aunque siempre sonreía, ahora desbordaba alegría. Su madre —María—, la encontramos en la plaza ensimismada en la adquisición de especias, éstas le apasionaban. Siempre experimentaba en los guisos y el Maestro era su conejillo de indias y Él acababa siempre diciendo: “Madre, es el amor con que lo preparas el mejor condimento”.

Él se acercó sigiloso a su madre por detrás y le tapó los ojos con las manos, ella se volvió rápidamente, bien sabía quién era. Desde niño, cada vez que podía sorprenderla, sus encuentros se producían del mismo modo. Se abrazaron. Hacía meses que no se veían y las noticias que llegaban eran confusas y siempre temiendo que su hijo cayera en manos de los romanos, o peor aún de Herodes, rey de Judea, pues su fama de crueldad no tenía límite.

Entramos en el hogar del Maestro, de María; una morada humilde como todas las de Nazaret, donde los años transcurrían con lentitud y nada parecía cambiar. El taller de José seguía activo aún después de su muerte. Santiago, hermano del Maestro, se encargó de proseguir los trabajos a la partida de éste.

Ya sentíamos la necesidad de encontrarnos en casa y aquí se hacía realidad. Un poco de reposo y la mano de una madre se echaban en falta.

María nos trataba como a sus hijos, siempre pendiente de todo.

Al atardecer, el Maestro volvía de caminar junto a los olivares. Nos encontrábamos charlando, se sentó con nosotros.

—Recuerda Madre —comenzó Él a hablarnos— que hace un tiempo te manifesté la necesidad de dedicarme a los asuntos de mi Padre —ella aseveró con un gesto.

―Tú, Madre, junto a mi Padre, me disteis la vida; me tuviste en tus entrañas, aun teniendo carencias me alimentaste. Los latidos de tu corazón eran para mí como los rayos del Sol, siempre sentía tu calor y tus manos me calmaban cuando me agitaba.

―Los meses pasaban, los dos sabíamos que un día dejaría tu hogar para seguir creciendo en uno mayor y seguir construyendo el nuestro. No pensaste en ti en ese tiempo, tu deseo era que naciera fuerte y sano, te entregaste por completo a tan digna labor.

―Y así fue como un día vi la luz de este mundo. Un mundo que al igual que tú, ahora nos acoge a todos en sus entrañas; nos alimenta; nos cuida y nos ve crecer sabiendo que un día sentirá los dolores del parto. Dolores que vivirá con amor, pues sabe de nuestro deseo de seguir progresando y que una nueva vida es continuar con los lazos que nos unen y que nunca se separaran.

―Nuestra Madre siempre ira con nosotros allá donde vayamos. Adoptará un nuevo rostro al igual que nosotros y crecerá con nosotros, pues Ella y nosotros somos un solo ser.

―El momento del parto se acerca y el dolor no será más que un abrir y cerrar de ojos; es solamente el miedo ante la incertidumbre, el del abandono de la seguridad en el seno materno por un mundo nuevo a descubrir.

―Nada hemos de temer pues al igual que Ella, nuestro Padre nos cuida y está siempre con nosotros y en nosotros. No temamos al crecimiento, todo nuestro ser se expande pues ese es el deseo de nuestro Padre, nuestra Madre y el nuestro también.

―Cuando éramos niños queríamos ser como nuestros padres; descubrir nuevas tierras; encontrar respuestas a preguntas milenarias; ayudar a convertir el sufrimiento en gozo, dar un paso más en ese sentido hacia nuestra meta.

―Un impulso invisible nos empuja siempre hacia delante. Tomemos la antorcha que nuestros padres nos dan y no dejemos que nunca se apague la llama que nos ilumina el camino hacia el Reino de Dios. Ellos siempre irán con nosotros.

―Nuestro cuerpo cada vez será más glorioso y nuestro Espíritu gozoso de habitarlo.

Tras las palabras del Maestro, Pedro y María de Magdala se levantaron saliendo de la estancia, al poco volvieron con una sabrosa y sencilla cena preparada por María.

―¡Nada como el amor de una madre! —exclamó Juan.

Todos nos reímos.

2- La Llama

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

2- La Llama

Desperté en un mundo inundado por la Luz y al respirar sentí como ésta entraba y llenaba mis pulmones. Todo mi ser vibraba, cuanto más respiraba más vivo me sentía.

Miré al cielo. Un Sol, que no era uno sino tres, alumbrando en el cenit de su gloria; podía contemplarle, su Luz no deslumbraba.



Tuve hambre y escuché una Voz diciendo:

—¡Toma de este alimento!

Nada vi a mi alrededor.

—¡Escucha!

Así lo hice. Comencé a percibir un sonido que parecía provenir de todas partes y de ninguna a la vez. Éste se hacía cada vez más intenso. Cerré mis ojos y percibí la Luz dentro y fuera de mí. Y el sonido fue mezclando las “dos” Luces hasta que se convirtieron en una sola. Dejé de sentir hambre y yo ya no era yo sino la Luz. No existían dentro ni fuera.

Todo a mi alrededor cambió en un instante, ya no había un Sol en su cúspide, sino que estaba en mí. ¡Era yo! Vi ante mí que aparecía una Luz intensa y una Voz procedente de ella me habló:

—Yo Soy el principio de Todo. Yo Soy la Madre y el Padre. Soy la Vacuidad. Sin Mí no eres nada, sin ti nada Soy.

—Yo Soy Tú como tú eres Yo. Aunque Me veas frente a ti, no creas lo que tus ojos ven, pues estoy dentro de ti. Es sólo una proyección de ti mismo para que creas, al igual que los mundos son tu reflejo y todo cuanto vive en ellos eres tú. Tu creación y tú sois uno. Sois el recipiente y el agua de Vida que la llena.

—Yo soy tu Espíritu y tú eres mi Cuerpo. Soy tu Cuerpo y tú mi Espíritu, no hay dos sino Uno, nada existe fuera del Uno. Y sin embargo necesitas vivir en la ilusión, en la dualidad, para encontrarme, para encontrarte, mas a partir de ahora vive sabiendo quién eres y quienes sois todos.

—Sois mi Cuerpo de Luz Infinita y Yo el Sonido que le alimenta por siempre.

Continuó diciendo:

—Aquellos que están cansados y agobiados encontrarán reposo en mi Palabra.

—No me busquéis fuera. Yo, vuestro Padre, estoy en cada uno de vosotros.

—Sólo has de escuchar. Concédeme un minuto de tu tiempo. Al principio dudarás, me negarás y por fin me sentirás, me verás en la naturaleza, en todo el espacio que te rodea, en los animales, en tus hermanas y hermanos…

—En ti nacerá una llama que nunca se apagará, pues es el regalo que os hice y es eterna como lo soy Yo, como lo eres Tú.

La Promesa de mi Hijo se cumplirá. Y mi Palabra se cumplirá.

—Él, está ya entre vosotros.

—Ahora ve y escribe cuanto has visto y oído.

La Voz enmudeció, la Luz que se encontraba frente a mí se aproximó y se fundió conmigo.

Un estallido se produjo, después la nada lo colmó todo.

Me encontré despertando en la cima del Monte Tabor. El Sol despuntaba en el horizonte.

Las campanas repicaron extendiendo su melodiosa canción por los confines de la Tierra.

Un intenso sentimiento de gozo brotaba en mí, mi corazón habló:

¡Gracias Padre, gracias Madre por este nuevo día!

ESCRITO II - EL CONOCIMIENTO: 1- La Palabra

Escrito II
EL CONOCIMIENTO


1 - La Palabra

“ … Su Luz nos envolvió y nos sumimos en un dulce sueño”.
Y en medio de la Luz que alumbró la noche de los tiempos una Voz escuché diciendo:

«Dios Padre.
Eterno Omnipotente.
Inmutable.
Inmanifestado.
Inmortal.
Perpetuamente Presente.
En su incognoscible meditación se preguntó: ¿Quién Soy?
Y en el Vacío no tuvo respuesta.
Quiso entonces Conocerse a sí mismo.

En el acto incomparablemente más sublime que cualquier ser creado pueda imaginar ÉL se negó a sí mismo y se entregó por completo a encontrar la respuesta.
Pronunció La Palabra y la Vida fue creada.
Así nació:
La Diosa revelada.
La Eterna cambiante.
La Madre del Universo, de todo lo conocido y lo cognoscible.
Y tanto amó Dios Padre a Diosa Madre que se hizo Uno con Ella.

Y del fruto de esa Unión nacieron dos Hijos gemelos, creados a imagen y semejanza de Ellos y poniéndoles por nombre:
VOLUNTAD a Él y AMOR a Ella.

Diosa Madre les regaló, para que vivieran y encontraran la respuesta, un Hogar: el Gran Universo.
Dios Padre les regaló todo su tiempo: la Eternidad.

Y les dijeron:
―Vivid siempre juntos y sed felices, amaos y creced, conoceos y multiplicaros. Porque conociéndoos y amándoos es como nos conoceréis y nos amaréis. Y sabiendo quienes sois, sabréis quienes somos.

VOLUNTAD DIVINA y AMOR SUPREMO se miraron, tomáronse de la mano aceptando los regalos de su Madre y su Padre.

VOLUNTAD DIVINA y AMOR SUPREMO emprendieron el viaje hacia el CONOCIMIENTO ABSOLUTO.
A su llegada al Hogar vivieron, y viven, en un Mundo perfecto en el centro del Gran Universo, cuyo eje gira sobre sí mismo en un eterno equilibrio, donde el tiempo y el espacio se unen. Alrededor suyo giraban siete Universos vacíos y desconocidos para ellos.

VOLUNTAD DIVINA y AMOR SUPREMO como resultado de su Voluntad y Amor se hicieron UNO y tuvieron siete Hijas y siete Hijos gemelos, creados a su imagen y semejanza. Les pusieron un nombre por cada pareja: Voluntad, Amor, Conocimiento, Armonía, Ciencia, Altruismo y Unificación.

A cada pareja les proporcionaron un Hogar, un Universo para que vivieran y descubrieran el significado de sus nombres.
Las siete parejas se trasladaron a vivir a los siete Universos alrededor del Mundo Central. Cada pareja en el transcurso del tiempo van amándose, creciendo, conociendo y siendo UNO. Engendraron diez Hijos por pareja, cinco Mujeres y cinco Hombres; llamados cada par: Tierra, Agua, Fuego, Aire y Espacio; en total setenta hijos.
Y los setenta, por parejas, cinco Hombres y cinco Mujeres, moraron en cinco mundos de su Universo respectivo. En total treinta y cinco mundos, en los que deberían encontrarse, amarse y conocerse, y ser al igual que sus Padres, un solo Ser.

Y en cada etapa de la Vida, a través del tiempo y el espacio los Hijos e Hijas se van encontrando y fecundando más Hijas e Hijos semejantes a ellos. Todos a la búsqueda y encuentro de sí mismos, de su par. Encuentro que sólo llega amando como hizo el Padre de los Padres: negándose a sí mismo; entregándose al otro como lo hizo Él, por amor a su par.

Por cada fusión, producido por el encuentro de un Hijo y una Hija de Dios, nace una estrella con sus mundos, que son habitados por sus Hijos e Hijas en una eterna y creciente espiral de la Vida.
Cada vez son más los mundos habitados dentro de los Universos.

Y en la voluntad de cada uno está el encontrarse con su par y responder juntos a la pregunta: ¿Quién soy?
Y Dios Padre, Diosa Madre y Dios Hija-Hijo son UNO».

Quien tenga oídos para oír que oiga.

17 (omega)- La transfiguración

Escrito I
2ª parte EL AMOR

17 (omega)- La transfiguración


Un monje franciscano se acercó sentándose junto a mí.
—¡Bonito espectáculo! ¿Verdad?
―Sí —le contesté—, esta es una noche en la que los astros se conjugan para hablarnos de la grandeza de nuestro Creador.
—¡Seguramente en una noche como esta, Dios se mostró en todo su magnitud en este monte! —continuó.

―No lo dudes —le confirmé—, debió ser una noche que nunca olvidarían quienes con Él estuvieron. Fue la constatación de la gloria de Dios manifestada en el Maestro y la esperanza para una humanidad perdida en los laberintos de la ignorancia.

Volví a viajar en el tiempo…

Nuevamente el Maestro fue el primero en despertar, dormía poco, y sin embargo amanecía lozano. María de Magdala no se quedaba a la zaga y siempre era yo el último en despegarme del suelo.

Aún con los colores del amanecer reflejado en las nubes comenzamos a caminar.

Varios pensamientos cruzaban mi mente… ¿Hacia dónde nos dirigíamos? ¿A Nazaret, o a algunas de las aldeas junto al mar de Tiberiades? ¿Quizás Betsaida? Así vería a mi familia…

El Maestro los cortó diciendo:
—Vamos al monte Tabor, junto a Nazaret.

Nada dije y en un buen rato ya no volví a pensar.

El Sol quedaba a nuestra espalda mientras ascendíamos por el camino a la cumbre del monte Tabor. Desde su cima divisábamos las colinas donde se asienta la aldea de Nazaret. El Maestro se quedó un largo rato mirándolas.

Aprovechamos para acomodarnos en una choza, seguramente construida por pastores; estaba repleta de paja y nos haría más cómodo el lecho. María y yo nos ocupamos de prepararlo. Pedro mientras buscaba un poco de leña, así se lo pidió el Maestro, pues nos aseguró que la noche sería larga.

Sentados junto al fuego —Pedro era experto en conseguirlo— compartimos un poco de pescado seco. Hablamos sobre cómo se encontrarían los hermanos que se quedaron en Jerusalén. El Maestro nos tranquilizó, sabía que estando bajo la tutela de José de Arimatea nada les pasaría, éste conocía muy bien a los demás miembros del Sanedrín.

—Esta noche —nos comunicó Él— veáis lo que veáis no os turbéis.
―Nuestro Padre cuida a su rebaño esté donde esté.
―El Padre envió al pastor para conducirle a la Casa que tiene preparada para ellos.
―Aquí, en medio de la oscuridad, se mostrará en todo su esplendor y nos dará un poco más de Luz para alumbrar el camino al nuevo Hogar.

Nos miramos un poco perplejos, no acabábamos de comprender sus palabras.

Se levantó y nos pidió que permaneciéramos sentados, se alejó un poco de nosotros y permaneció en pie.

Ante nosotros la noche se hizo de día en la cumbre, a pesar de que la Luna llena aún no había salido. Vimos que un fuerte resplandor surgido del suelo ascendió hasta cubrir al Maestro por completo. Su luz cambiaba rápidamente de colores, convirtiéndose en un arco iris iridiscente. Cada vez circulaba con más premura alrededor de su cuerpo, tanto que se convirtió en un torbellino, una danza llena de luz viva ahora transformada en luminosidad blanca. Un rayo de luz emergía de su cabeza ascendiendo hasta perderse en el firmamento.

Nos quedamos absortos ante lo que estábamos percibiendo, toda nuestra piel estaba erizada, aun así una extraña paz se apoderó de nosotros.

Por un momento desapareció Él en la luz, y la luz con Él.
En lo que dura un relámpago en una tormenta volvimos a verle.
Contemplamos su rostro transfigurado, todo Él brillando como el Sol en su cénit, parecía no tener edad.
La luz ya no se encontraba fuera de Él, sino que parecía emanar de su interior.

Le sentí inalcanzable y a la vez más próximo que nunca.

—Hoy —mirándonos, comenzó a hablarnos— se ha abierto una puerta que permanecía cerrada eones.
―Hoy el Padre se ha unido a la Madre; el Cielo a la Tierra; la oscuridad se ha disuelto en la Luz.
―Hoy es el principio del fin de la ignorancia en el mundo.
―En poco tiempo volveré junto a nuestro Padre. No temáis, nunca más estaréis solos, pues lo que habéis visto es la promesa cumplida de mi Padre a su pueblo.
―La Nueva Jerusalén ya es una realidad, sólo espera que entréis en ella.
―Yo soy el Templo Vivo.
―Lo que Yo soy ahora, vosotros lo seréis.
―Un poco de tiempo y no me veréis, un poco más y permaneceremos juntos para siempre.
―Sólo hay un camino: hacer la Voluntad del Padre. Y Ésta es: “Amar al prójimo como a ti mismo”.

Él se acercó a nosotros. La paz que sentíamos crecía según se aproximaba, una paz que no era de este mundo.

Su Luz nos envolvió y nos sumimos en un dulce sueño.

17 (alfa)- El Monte Tabor

Escrito I
2ª parte EL AMOR

17 (alfa)- El Monte Tabor


Tras el lento y tortuoso recorrido desde Jerusalén la llegada del autocar a Nazaret se produjo sin problemas. Me alojé en el albergue San Gabriel, junto a la iglesia del mismo nombre. Las vistas de la ciudad eran preciosas desde esta colina. El monte Tabor se alzaba al Este, esplendoroso, a poco más de diez kilómetros.

Después de un tentempié me dirigí al recepcionista, le pregunté cómo ir al monte Tabor. Llegué en el momento adecuado, justo un grupo de peregrinos salía en autocar hacia él, así que me apunté a la “excursión”.

Desde la cima del monte la panorámica era preciosa, inmensos valles pincelados de verdor arropados por un cielo azul majestuoso. La planicie del cerro llamaba al recogimiento con sus bellos y sencillos jardines, se distinguía la mano de los franciscanos en su cuidado.
Entré en la Basílica, su piedra caliza le unía firmemente a la tierra y como si fuera una prolongación de ésta se elevaba uniéndose al cielo. Me senté a orar. Destacando en una cúpula frente a mí la imagen del Maestro, su aureola atrajo mi atención y me llevó a otro tiempo…

El Maestro ya no estaba con nosotros, me encontraba orando como Él nos había enseñado: “Abbá…”

Sumido estaba en mi dolor y soledad cuando sin saber cómo me sentí arrebatado del mundo que me rodeaba, vi al Maestro a unos pasos de mí rodeado por una aureola de luz dorada, permanecía inmóvil y en silencio. Entonces su Ser se iluminó y ante mis ojos apareció una paloma blanca revoloteando, ésta acabó posándose frente a mí.

Una Voz tierna y compasiva exclamó:

—¡Ofrécele tu sufrimiento!

Pensé en todo aquello que me tenía sumido en un estado de impotencia y consternación. Mi vida era una constante búsqueda del amor y me sentía completamente perdido sin saber qué hacer ni dónde ir, ya nada tenía sentido para mí. Lentamente unas lágrimas brotaron de mis ojos cayendo sobre mis manos.

—¡Bríndale tus manos!

Las extendí ante la paloma. Mis lágrimas se convirtieron en granos de trigo, ésta se acercó y se los comió.

—¡Juan! ¡Has llegado a la cumbre! ¡Te entrego mi Espíritu!

La paloma puso un pequeño huevo blanco.

―¡Trágatelo! —exclamó la Voz con firmeza. Así lo hice.

―¡Dale calor y cuídale con tu amor!

―¡Deja que crezca dentro de ti hasta que eclosione!

―¡Aliméntale con tus obras hasta que podáis echar a volar siendo Uno!


Seguidamente surgieron ante mí rostros de niños, jóvenes y ancianos.

—¡Todos ellos eres tú!

Me llamó por mi verdadero nombre, un nombre que no puedo pronunciar.

—¡Toma el Libro de la Vida y escribe en Él palabras de Amor y Verdad!

La paloma abrió las alas y emprendió el vuelo. Volví a ver al Maestro. Me sonrió y desapareció…


Una monja se me acercó:

—¡Hermano, es la hora de cerrar el templo!

Me levanté y salí estando entre dos universos.


Me senté ante las ruinas de la muralla, junto a la puerta llamada "Bab el-Hawa" —puerta del viento—, a contemplar una puesta de Sol única.

Todo era quietud y silencio.





16- Maayane la samaritana

Escrito I
2ª parte EL AMOR


16- Maayane la samaritana


Llegamos a Sicar, un oasis en el desierto que ya estábamos necesitando.

Los últimos rayos del Sol se perdían en el horizonte.

Una posada a la entrada de la aldea nos sirvió de refugio ante una noche que se prometía fría, los vientos del norte soplaban intensamente desde hacía unas horas.

Exhaustos caímos sobre los lechos que el posadero nos había preparado, aunque un poco incomodado éste por la presencia de una mujer entre nosotros. Mas el Maestro zanjó la cuestión con rapidez, con voz tajante le dijo:

—Ella es antes que yo. Donde ella va voy yo. Donde ella está estoy yo.

El posadero no supo que contestarle y se alejó refunfuñando.

El sueño nos venció rápidamente…

El tercer día desde que salimos de Jerusalén amaneció como se fue el anterior, el viento seguía soplando con fuerza. Decidimos esperar a que amainara, aprovechamos para ver a una vieja amiga del Maestro: Maayane.

Nos dirigimos a su hogar en las afueras, cerca del pozo de Jacob.

Allí estaba, preparando el pan cuando nos vio aparecer. Salió corriendo hacia el Maestro. Se detuvo ante Él, unas lágrimas caían por sus mejillas y en su intención de arrodillarse, Éste le dijo:

—No te arrodilles mujer, pues tú y yo somos hijos del mismo Padre, hermanos, iguales a los ojos de Dios y ante los hombres.

El Maestro le besó en la frente y nos presentó como a sus hermanos.

Nos invitó a entrar en su humilde casa y compartir el pan que preparaba. Así lo hicimos.

Juntos recordaron la conversación que en una ocasión mantuvieron.

Maayane parecía vivir feliz a pesar de su pobreza, hacia honor a su nombre: “Manantial… de alegría”. La alegría de quien se siente en las manos de Dios, de quien sabe que tras una larga búsqueda por fin ha encontrado aquello que tanto deseaba: la paz en su alma.


En su vida, sencilla y dura —por lo que ella misma nos había revelado—, las vicisitudes y penurias le habían enseñado que la humildad es un don que difícilmente se adquiere cuando el corazón está distraído donde la abundancia material mora.


—Tuve momentos de desesperación —nos confesó— cuando me sentía rechazada por las demás mujeres y codiciada como un objeto por los hombres. No quería vivir, me sentía que valía menos que una piedra del camino. Fue entonces cuando en mi más profunda desmoralización rogué al Dios de Abraham y de Jacob que me ayudara.

—Estaba junto al pozo cuando se acercó el Maestro. Nada sabía de Él. Me habló de lo que nadie sabe sobre mi vida, de las intenciones que tenía de acabar con mi sufrimiento. En un instante mi vida cambió, fue como si un rayo de luz me hubiera sacado de la oscuridad en la que vivía. Me devolvió la dignidad que creí perdida para siempre.

—Yo le ofrecí agua del pozo de mis antepasados y Él me dio a beber de un agua nueva, del manantial de agua Viva que nunca se seca.


Nos despedimos de Maayane, con la promesa de que nos volveríamos a encontrar. Nos ofreció alimentos para el camino que el Maestro aceptó con agrado. Él sabía que a pesar de su pobreza no podría rechazarlos, era la pureza de su corazón lo que compartía.


En poco tiempo estábamos lejos de Sicar, camino del norte. Nuevamente los montes desérticos serían nuestra compañía durante parte del recorrido.

Evitamos las pequeñas poblaciones que nos encontrábamos pues el Maestro pretendía que llegáramos antes del anochecer a tierras galileas. Cada vez los valles eran más extensos y esto nos facilitaba la marcha.

Eludimos la aldea de Beth Haggan al atardecer, el aroma de sus tierras fértiles me recordaban la infancia junto al mar de Galilea.

Una choza de labradores junto a una gran encina apartada del camino nos sirvió de cobijo.

La noche estaba extrañamente luminosa. La Luna comenzaba a alzarse imponente en el horizonte sobre las montañas al este del Jordán, su contorno era casi perfecto.


María de Magdala, nos confesaba que le había impactado la dura vida de Maayane la samaritana, su fortaleza a pesar de los golpes que había recibido en ella y cómo cambió su vida.


—¡Cómo cambia la vida de todos los que nos acercamos a Él! —en alto pensé.


El Maestro sonrió. Se alejó un poco de nosotros, quedándose en pie contemplando el cielo nocturno. Los demás nos tumbamos, con la mirada en las estrellas.


—¡Qué grande es el Universo! —exclamó Pedro.

—¿Estaremos solos en Él? —se preguntaba María.


La cantinela de una chicharra hizo que permaneciéramos en silencio. Posiblemente nos estaba cantando la respuesta.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...