lunes

5- Agua Viva

Escrito II
EL CONOCIMIENTO

5- Agua Viva


Salí del albergue San Gabriel, sin una clara idea sobre qué hacer en el día, cuando andando me encontré ante un taller de autos. Me llamó la atención un cartel sobre uno de ellos:

«Se alquila, perfecto para viajar al desierto».

Era un viejo Renault-11, su color gris estaba desgastado por los rayos solares, parecía un auto de camuflaje.

¿Por qué no? ―me dije.

Casi sin darme cuenta me encontré conduciendo, con un mapa de Cisjordania y sin rumbo fijo, por carreteras que parecían trasladarme a ninguna parte. No encontraba el interruptor del aire acondicionado. ¡No estaba! Recordaba el cartel: “Perfecto para el desierto”, desde luego lo era pero… ¡para sentir en todo el cuerpo su rigor!

Me detuve tras conducir un buen trecho. Al oriente divisé las fértiles tierras del Jordán; al Sur, más y más desierto. Decidí quedarme donde estaba por un buen rato disfrutando la belleza escondida de estas tierras. Recordé las que me vieron crecer. ¡Qué diferentes paisajes y con todo que parecidas las gentes que las habitan hoy!

Mi espíritu se sentía como un cactus sacado de su desierto natal ―donde lo que de verdad importa está en el interior, el agua viva, presto a compartirlo con quien lo necesite―, fundido con el paisaje que le rodea y llevado a otras tierras, de nieves cuasi perpetuas; trasplantado junto a pinos en un valle precioso, no obstante, regado con lágrimas, donde el odio y el rencor provocan lluvias torrenciales arrasando cuanto encuentran a su paso. ¡Si supiéramos reconducir nuestras bajas pasiones y ennoblecerlas! ¡Aprovechar cada gota de agua y compartirla! Lo tenemos todo y sin embargo cómo lo despreciamos.

Me sentía extraño entre extraños, acostumbrado como estaba a vivir cada instante como único, donde el valor está en el corazón y no en aquello que cada uno posee, pues bien sabía que la posesión era una mera ilusión.

Y paralelamente, en el Plan de nuestro Padre todo está previsto, nuestra libertad de elección no es un obstáculo, sino una consecuencia. Nuestros “errores” no son más que bifurcaciones del camino. Un camino que no está trazado de antemano, que no es rectilíneo y muerto, sino lleno de vida en una eterna e ilimitada espiral.

El camino del Corazón… El reencuentro con lo Sagrado hoy es posible, al igual que lo fue hace dos mil años. Ahora, en otra vuelta de la espiral, tenemos una nueva oportunidad para convertir el sufrimiento del alma en una rosa que abre sus pétalos para recibir los rayos del Sol.

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